Suele considerarse un axioma que la realidad va por delante de las leyes. Pero no siempre es así. España fue uno de los primeros países en autorizar el matrimonio homosexual, un signo de normalización trascendental, pero en lo cotidiano la población gay aún encuentra dificultades para poder actuar sin lastres emocionales. El mundo del fútbol de élite, por ejemplo, responde a una masculinidad entendida bajo esquemas de otros tiempos, lo que explica el hecho sorprendente de que, a diferencia de otras ligas, en la nuestra no haya habido ningún futbolista que haya aludido públicamente a su condición de homosexual, cuando por simple cuestión estadística es seguro que los hay. Nadie está obligado a desvelar su orientación sexual, pero si en el fútbol no hay la naturalidad de la inmensa mayoría de expresiones de la sociedad española es porque es "un reducto de machismo insultante para la época que vivimos", en acertadas palabras del que fue director de la extinta revista gay Zero. El peso de la peor tradición cultural española aún es grande en el fútbol, y combatirlo requiere audacia, educación y respeto total a la libertad personal.