En el artículo Democracia y cuestión social: otra vuelta de tuerca de Rolando Cordera profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, aparece una referencia vinculada con el título de Adela Cortina «Estado democrático, economía ética y ciudadanía activa forman el trípode en el que se sustenta una sociedad desarrollada. En articular los esfuerzos de estos tres poderes -el político, el económico y el cívico- reside la piedra filosofal de los nuevos tiempos…» Tal cita me ha servido como reflexión sobre la situación política, social y económica de nuestra España actual.

En cuanto a la economía ética, cabe destacar que incorporar la ética a las decisiones económicas diarias es fundamental, dado el profundo efecto transformador de la sociedad que tiene el poder influir en los tipos de actividades que se financian y, por tanto, en el tipo de sociedad que construimos. Al respecto según el Centre Delàs D´Estudis Per la Pau: «Nuevo récord histórico en la exportación de armas españolas. Según el informe Estadísticas españolas de exportación de material de defensa del año 2016, elaborado por la Secretaria de Estado de Comercio, se han exportado armas por valor de 4.052 millones de euros. Especialmente a países de Oriente Medio como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Egipto; donde no se respetan los derechos humanos».

En cuanto al Estado democrático nuestra Constitución en el Título Preliminar y en su artículo 1.1 establece «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político». Quiero fijarme en el tema de la igualdad. Históricamente, la democracia no trajo consigo la eliminación de la desigualdad o de sus bases estructurales más profundas. Pero lo que sí propició fue su reducción al colocar a la desigualdad y a la pobreza de masas en el centro del debate político. Las distancias entre clases, sectores y regiones disminuyeron gracias a la acción colectiva y a las políticas sociales de los gobiernos electos democráticamente. El que esto no ocurra ahora o que la democracia «sirva de pantalla» para una exacerbación de la inequidad es, en todo caso, una novedad histórica, una mala noticia para el mundo. Cabe hacerse la pregunta, ¿Puede la democracia «durar» en condiciones de aguda desigualdad y pobreza?

Además el deterioro producido a nuestra democracia por la corrupción es inmenso. Supone un atentado a diferentes artículos de nuestra Constitución. La existencia de una caja B en el Partido Popular proveniente de la financiación ilegal de las grandes empresas con el objetivo de la concesión de obras públicas; de la que luego se pagaban sobresueldos a cargos importantes del partido, se sufragaban obras en la sede de Génova y campañas electorales, y que además servían para el enriquecimiento personal, es todo un atentado a la democracia y al crédito de la política, además de un saqueo de lo público. Pero la corrupción también ha alcanzado a otros partidos que han tocado poder, por lo que no es descabellado afirmar que el sistema está podrido. Han existido sociedades en las que ha habido crímenes contra la humanidad, que se han fracturado muchísimo y que, en cambio, han sido capaces de rehacerse mediante comisiones de la verdad, en las que los asesinos y las víctimas —dicho en términos paralelos a nuestra realidad, los corruptores, los corrompidos y las víctimas, es decir, la ciudadanía— se han mirado a los ojos y los primeros han pedido perdón. Me parecen muy acertadas las palabras de Joan Tardà a Luis Bárcenas en la Comisión de Investigación relativa a la presunta financiación ilegal al PP: «¿Qué nombre cree que debería recibir la persona que prostituye la democracia? Porque a quien roba lo denominamos ladrón, pero quien dinamita la democracia mediante la corrupción, mediante la financiación fraudulenta del partido político que gobierna, y luego, precisamente porque que se ha dejado corromper, devuelve los favores prostituyendo la gestión pública ¿qué nombre recibe? ¿Terrorista? Terrorista atendiendo a lo que se ha vivido en nuestra sociedad, quizás podría sonar un poco exagerado, pero en el fondo ¿hay un valor más preciado que la misma democracia?, porque nos costó muchos años y muchas muertes de ciudadanos democráticos conseguir este régimen de libertades. ¿Qué nombre recibiría una persona que hace lo que usted al parecer ha hecho? ¿Saboteador de la democracia? ¿Dinamitador de la democracia? ¿Terrorista de la democracia?»

La catedrática de Filosofía Moral Victoria Camps señala: «Cuando hay corrupción existe la complicidad del grupo político y también la de toda la sociedad». Tal afirmación me sirve para enlazar con el tercer elemento de una sociedad desarrollada: una ciudadanía activa. Los grandes valores de una sociedad tales como la paz, la protección medioambiental, los derechos humanos, la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, sólo se pueden conseguir si se implica directamente la ciudadanía.

*Profesor de instituto