Resultó altamente estimulante: vascos, catalanes, castellanos, canarios, andaluces, galleguiños y demás, todos abrazados. Iban a jugar al fútbol representando a España (la plural, evidentemente). Más de un cepellón sintió correr las lagrimitas, y hasta a Jordi Pujol se le erizó el vello. Marcelino Iglesias recordaba a su homónimo y la famosa victoria frente al poderío soviético de la época, don Francisco a punto de reconstruir otra División Azul. Entonces me dije ¿cómo es posible tal mejunje, Europa una, grande y libre, partida en plurales hinchadas prestas a cualquier desatino en defensa de tan respetables como obsoletos banderines? Si somos uno, no podemos enfrentarnos veintitantos. Claro que justo el pasado domingo los electores europeos mostraron su alergia a un proyecto cuyos mimbres todavía requieren de mucho sol, mucha paciencia y el concurso de las gentes de buena voluntad. En España han ganado los ZP (enorme éxito en Aragón, gracias a Iglesias y Javier Lambán), por escaso margen y a su rebufo un PP nuevamente alzando la cabeza. IU se desmorona y los PeCeros (¿casualidad?) o cargan pilas o amén, hasta que el señor rescate a los justos. CHA, y socios, en estado de revista, casi acollonados porque la albahaca tal vez ya no desprende olor fresco. Mientras que la España entera del pelotón ansía que crezca y no se marchite la flor en el culo del vasco Sáez, alimentada por el canario Valerón (gallego en ejercicio), los españoles se alejan de Europa y cantan un himno sin letra. Cosas veredes, amigo Sancho, por si ZP me quiere nombrar cervantino de lujo.

*Profesor de Universidad