No, España no existía en época romana, ni hubo una «España visigoda», ni la «hicieron» los Reyes Católicos (Fernando intentó que la Corona de Aragón tuviera un heredero distinto de la de Castilla y León). España se ha construido entre guerras de todo tipo, por acuerdos entre territorios, por imposiciones y por renuncias, por generosidad y por egoísmos. Lo que ahora es España se ha levantado sobre los restos de Roma, sobre el proceso la islamización de los siglos VIII y IX, sobre los reinos cristianos de la Edad Media, sobre los pactos y los fueros, sobre la idea del Imperio de los Austrias, sobre el centralismo del siglo XVIII, el constitucionalismo del XIX y la esperanza y la realidad democrática del XX. España es heredera del atávico sentido de la independencia de los pueblos iberos, de la resistencia de los numantinos, del estoicismo filosófico del cordobés Séneca, de la ironía mordiente y descarnada del poeta bilbilitano Marcial, del pedagogo calagurritano Quintiliano, del enciclopedista sevillano Isidoro de Sevilla, del poeta andalusí del amor y el sentimiento Ibn Hazm, de la epopeya cidiana de Per Abat, de los poemas de amor y de guerra del Cancionero, de la tozudez y firmeza del papa Luna, de las canciones de amor y de muerte del valenciano Ausías March, de la prosa fundacional de Cervantes, de la intensidad dramática de Lope de Vega, de la épica y el sentimiento del catalán Jacinto Verdaguer, del abatimiento de la Generación del 98, de la esperanza en el futuro por la educación de la Institución Libre de Enseñanza, de las coplas de García Lorca, de la fuerza vital de Miguel Hernández, y de tantos y tantos creadores que durante siglos, mucho antes incluso de que existiera España, han contribuido a crear la marca mundial de la cultura española.

Apropiación

La marca España debería resaltar todo esto, pero ha tenido mala suerte. España, una parte de España, se la apropiaron los franquistas y la pervirtieron a base de represión, miedo, odio, mentiras y exclusiones. Con su postura totalitaria, lograron monopolizar la idea de España, la contaminaron y la mancharon, y consiguieron que muchos españoles rechazaran esa España única, soez, inculta, cargada de agobiantes imposiciones.

Hoy España se debate en una dicotomía histórica sin sentido en la que prima, otra vez, la pugna irracional en un debate de sordos. Hoy, España puede rasgarse, otra vez, entre los integristas y los rupturistas, sumidos ambos en una ceguera intelectual y una carencia de sentido común preocupantes. España.

*Escritor e historiador