Uno tiene que resignarse. No ha logrado uno llegar a muy español ni mucho español, así que después de un tiempo sospechando de mí mismo, tengo que reconocer que la sospecha era fundada. No lo soy, no llego, no alcanzo; se ve que no tengo lo que hay que tener para ser tan español como lo pide la urgencia histórica que al parecer nos reclama sin ambages. Uno, a lo que se ve, tiene muchos ambages. Así que ni muy español ni mucho español; todo lo más español a secas. A veces muy a secas. De los que ven y oyen lo que se ve y se oye, y se lee; por eso a veces uno, que ya se había resignado a ser español a secas, hay ratos que hasta se quiere borrar de eso.

A uno le gustaría no tener que ser patriota de nada ni de ningún sitio, vivir en una tierra de paz, administrada por gente honesta, eficiente y respetuosa del común, con instituciones capaces para tratar de resolver los muchos problemas que generamos los humanos, que como especie no tenemos un pase, por cierto: no sé si criamos mas maldad que mierda o viceversa. Una tierra cuyo buen gobierno tuviera en cuenta todo lo que se ha ido descubriendo como mejor para la buena organización de los estados y fuera capaz de aplicado aquí con naturalidad, sin trampas. Un lugar donde la discrepancia fuera de la mano del respeto; cuando mayor la discrepancia mayor el respeto… y donde los ciudadanos se sintieran tratados con justicia, social e individualmente, respetados como libres y responsables de sus actos. Y cosas, ya ven, así de revolucionarias… Y claro, a poder ser ser sin que nadie robara de la caja de todos; o casi nadie, al menos. Y sin que nos contaran además los cuentos que nos cuentan como si fuéramos gilipollas, cuentos que acaban tenidos por ciertos y que te hacen sospechar que los que los inventan piensan efectivamente y hasta con razón que somos gilipollas. Lo del poli gorrilla que grabó a media España cobrando nómina del Estado y del bebeuveá, y sólo por ejemplo, es tan tóxico que tendría que haber hecho temblar…

Nada, aquí todo acaba en un show informativo con el equipo de chistosos habituales. Y no insistas más con el tema que se cansa la esmeradísima audiencia que tenemos y nos baja la publi.

El patriotismo, digo yo, me parece haberlo notado, viene a querer ser un sentimiento, una emoción, un temblor de la pleura y la caja torácica, un arder de la sangre y un cantar todo el rato himnos de la Legión y demás gloriosas infanterías; esos y otros síntomas parecidos, que suelen verse por cierto y sobre todo en la gente pobre o de capital tirando a escaso; la gente sencilla que se nos decía cuando entonces.

Para las gentes de orden, y sobre todo para las de mucho orden (pongan pasta al lado de orden para entendernos mejor si quieren) el patriotismo viene a ser como un negocio familiar. En la patria les va muy bien, dónde van a estar mejor; pero en la patria así, como está, con ellos, los muy españoles y mucho españoles manejando el orden y los demás obedeciendo el orden; todos muy unidos en la Unidad de la Patria, a ver si nos cae algo si nos portamos bien: una beca, un puesto, un cargo en alguna corriente política… Y si no, se cena un trozo de Unidad de España, coño, que muy hecha alimenta mucho.

La unidad de España, por cierto, la tengo yo muy vista en el palco del Bernabéu -y otros santos lugares de parecido lustre- que se llama así en memoria de otro que la quiso mucho. Sobre todo en las copas del generalísimo de cuando entonces, y ahora cuando la del rey, que es la misma copa pero ya sin la gorra plato.

Conque con estas consideraciones, y otras que me callo porque no estoy del todo seguro de si se pueden poner aquí, tengo que resignarme. No estoy seguro de ser mucho español. Porque se conoce que para ser muy español y mucho español no llega con una nómina, o dos pequeñas. Para el examen de muy español y mucho español te piden una nómina legal ya de por sí vigorosa, y otra en sobre marrón, siendo esta segunda en concepto de nisesabe, que se ve que es un concepto líquido, pero sólo al alcance de los mucho españoles. Así que nada. Por ahora me quedo en español a secas. O a muy secas. Y depende del día, que algunos ni ganas me dan.

Menos mal que nos queda la izquierda, esta, aquella, la de aquí, la de allá, la del barrio, la de la manzana, la de la escalera… etc. Que no se quede nadie con su matiz, por pequeño que sea, sin su izquierda a medida; sin su corriente, marea, escisión, etc.; que no haya, en fin, ninguna sensibilidad sin su izquierdita. Y todas con su secretario o secretaria general, más los y las vices, y demás órganos imprescindibles, naturalmente. Que nos sobra gente capacitada y sin colocar.

*Autor y director teatral