Dos noticias de los últimos días confirman que aumenta la distancia entre los españoles a los que la crisis no les afecta y los que están machacados por ella. El Banco de España acaba de informar de que el año pasado la riqueza financiera de las familias alcanzó una cifra récord en mucho tiempo. Y distintas fuentes del sector turístico han asegurado que la clave del éxito de ventas que se ha logrado en Semana Santa ha sido el significativo crecimiento del número de clientes españoles.

EL PRIMER dato indica que al conjunto de los ciudadanos que tienen dinero en la bolsa o en activos similares les está yendo muy bien. Entre ellos figuran los más ricos, pero unos cuantos millones de españoles siguen poseyendo acciones y beneficiándose de su revalorización. Ellos, y otros que también pueden, están asimismo contribuyendo a reducir el volumen total de deudas de las familias. Las opiniones sobre la marcha del turismo interior coinciden con una sensación ambiental. La de que amplias capas de la población que, aún no sufriendo seria y directamente los efectos de la crisis, estaban acogotadas por el miedo a que esta terminara golpeándolas, vuelven a consumir bienes y servicios que durante estos años se habían prohibido.

EL MONTO total de las familias que están hundidas en la miseria, junto al de las que temen estarlo en breve y al de las que llegan muy justo a final de mes, es sin duda mayor que la suma de los agregados anteriores. De ahí que las perspectivas económicas sigan siendo malas y que el optimismo siga sin estar justificado. Lo que es nuevo, cuando menos de forma indiciaria, es que hay una España, y no pequeña, que está transmitiendo que la crisis ya no va con ella. De ahí a que no quiera oír hablar de la misma y a que dé la espalda a los que sufren, hay un paso. Y eso va a condicionar la marcha de la política.

Periodista