Sea por lo que sea, por hacer algo diferente a lo que se había hecho repetidamente hasta ahora, en algunas ocasiones sin causa de fuerza mayor, por pensar que la inercia llevaría el barco hasta la orilla aunque su capitán vaya a la deriva hace muchas semanas, por imprudencia o por una valoración generosa y equivocada de la situación, pero el Real Zaragoza ha mantenido a Raúl Agné en su puesto contra toda la lógica y contra todas las leyes universales del fútbol. Lo confirmó en su puesto en comparecencia pública hace no mucho el presidente Lapetra, lo defendió con vehemencia Lalo Arantegui al poco de tomar posesión como director deportivo, lo ha aguantado en el sitio el Real Zaragoza a pesar de las incontables evidencias y de la tremenda impopularidad de la decisión.

El resultado es que a falta de doce jornadas, el equipo continúa su imparable caída al vacío con unos números propios de un despido de manual: 8 puntos de los últimos 33, la mezquina cifra de 22 puntos en 19 partidos y una derrota, la de ayer, que colma el vaso de la ridiculez y que no tiene ni pizca de gracia. Los últimos siete minutos del partido, con Ondoa expulsado, el jugador juvenil Amo como portero improvisado del Sevilla Atlético y el esperpéntico error de Saja, pasarán a la historia de la ignominia de estos años de deshonor.

No hay argumento alguno para que Agné siga. Nadie sabe si otro técnico será la solución. Lo que es seguro es que Raúl no lo es. Que es parte fundamental del problema. Un problema tan grande como la, hasta hoy, esotérica e incomprensible inacción del Real Zaragoza.