Aún andaba Villar, el del fútbol, alojado en el cuartelillo de la Benemérita, cuando Blesa apareció muerto en un pabellón de caza exclusivo, allá por las fincas del Sur. La Marca España temblaba en los escaparates internacionales. La Liga hubo de ser asistida por el Ministerio correspondiente. Los conspiranóicos dieron por misteriosamente asesinado al ex-presidente Caja Madrid, el aristocrático señor de las tarjetas black, brazo financiero del PP antes de que Rato le quitase el puesto. Del esperpento a la tragedia, de la Federación chanchullera a la Escopeta nacional, uno no sabía si las noticias eran de verdad o una broma pesada. Sólo faltó el tira y afloja del Gobierno central y la Generalitat con el tema de las urnas... y el alcalde del pueblo fronterizo que quiere montar su propio referendo para que la localidad deje de ser catalana y se vuelva aragonesa. Espectacular, oigan.

Según parece, la detención de los responsables del balompié hispano estaba cantada, pues era cosa sabida (lo han dicho en las últimas veinticuatro horas todos los entendidos) que allí se mamoneaba a lo grande. Como en cualquier otra organización importante del deporte-espectáculo, supongo yo. Por otro lado hemos de convenir que aquí, en España y sus naciones, no parece haber institución o entidad de cierto fuste sobre la cual no se haya proyectado la sombra de la corrupción. Siempre en los pisos altos, claro; en el vértice de la pirámide, que por abajo todo dios va más derecho que una vela. Como siempre, robar a lo fino es cosa de privilegiados.

Tan privilegiados que Miguel Blesa dejó su exquisito cadáver en un escenario de finísimas monterías, elegantes como las camisas de cuello italiano (¿o sería cuteway?) que el finado usaba cuando comparecía ante los tribunales. Tal vez no estaba tan arruinado como se suponía, o quiso dar una última muestra de su estilo, o había ido allí a olvidar sus penas y estas se hicieron presentes de alguna forma... A lo mejor, ahora, los suyos le beatifican con efectos retroactivos como a Rita Barberá. Esto no para ni en verano.