En el verano de 1995 participé en una iniciativa cofinanciada por la UE, con participación de universidades europeas y promovida por el Partido Laborista de Israel. Se trataba de promover una publicación electrónica de contenido básicamente económico. La iniciativa formaba parte de un proyecto más amplio orientado a estimular el desarrollo de la región y a potenciar y estrechar lazos económicos entre Israel y sus vecinos para estabilizar esa área de Oriente Próximo. Salvando todas las distancias, se trataba de aplicar el modelo europeo que permitió la creación de la CEE y la UE. Todo aquello se producía en el contexto de los acuerdos de paz de Oslo y de la política liderada por el primer ministro Yit-zak Rabin resumida en el concepto "paz por territorios". Aquellos días, Rabin era objeto de una durísima campaña de desprestigio político y personal animada por la extrema derecha religiosa y los sectores más conservadores. El 4 de noviembre, Rabin era asesinado tras participar en un acto masivo para la paz. Desde ese día todo ha ido a peor. Aquel escenario de solución dialogada y pactada saltó por los aires y a cada paso dado ha habido un nuevo desgarro. Cuanto más se aleja la perspectiva de un Estado palestino viable junto al de Israel, menos margen hay para encontrar una salida justa y definitiva. Militarmente, hace ya años que Israel tiene la guerra ganada. La desproporción de fuerzas es absoluta. Pero cuanto más se adentre en la política de xenofobia, segregación y represión, más difícil será la viabilidad de Israel. Desde la negación de derechos y sin salida de la espiral de la violencia no habrá convivencia. Y en el mejor de los casos, cauterizar las heridas pedirá muchos años.Periodista