La figura del general José Millán Astray (1879-1954) ha sido noticia en estas últimas fechas por dos informaciones relacionadas con este militar franquista fundador de la Legion española.

La primera de ellas se refiere a la denuncia presentada por la Plataforma Patriótica Millán Astray que agrupa a exmiembros de la Legión, y la posterior sentencia del pasado 31 de mayo del Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 7 de Madrid que obligaba al ayuntamiento de Manuela Carmena a mantener la denominación de la calle que recordaba a dicho general y que había sido suprimida por la corporación madrileña con arreglo a la correcta aplicación de la vigente Ley de Memoria Histórica. Dicha plataforma llegó a presentar una denuncia policial contra la retirada de la placa de dicha calle, que calificaba como «un delito de odio» y de «prevaricación». Sin comentarios.

La segunda noticia tiene que ver con las amenazas vertidas por la citada plataforma patriótica contra Alejandro Amenábar por el rodaje de su película Mientras dure la guerra, en la cual relata los últimos 6 meses de la vida de Miguel de Unamuno, desde el triunfo del golpe militar del 18 de julio de 1936, que inicialmente apoyó, hasta su muerte el 31 de diciembre de aquel trágico año. En dicho periodo se hace referencia al célebre encontronazo entre el intelectual vasco y el general Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de aquel sangriento «I Año Triunfal» de los rebeldes y en el que, ante el grito de Millán Astray de «¡Viva la muerte!, ¡Abajo la inteligencia!», Unamuno, tras definir ese bramido de «necrófilo e insensato grito», respondió con un premonitorio «Venceréis pero no convenceréis», incidente este al que la asociación de exlegionarios no solo niega su veracidad sino que califica como producto de una «burda propaganda frentepopulista» (¡!), a la vez que deja patente su preocupación de que Amenábar «persista en los viejos topicazos contra el fundador de la Legión». Una vez más, la libertad de expresión se ve amenazada por las presiones y la agresividad verbal de los intolerantes.

La figura de Millán Astray no cabe duda que está siendo de actualidad y al igual que otros personajes vinculados a la dictadura franquista siguen pesando, como una losa, sobre la memoria y la normalidad democrática española. Recordemos la Querella 4591/2010 interpuesta ante los tribunales de justicia de la República Argentina con objeto de investigar los crímenes franquistas y sus responsables sean sancionados penalmente o el caso del torturador Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño.

Dicho esto, quisiera hacer mención a un aspecto poco conocido de la biografía de Millán Astray cual era su admiración por el militarismo japonés. Eran los años en que, tras la victoria militar de los rebeldes franquistas en los campos de batalla y con el mundo sumido en el fragor de la II Guerra Mundial, la euforia delirante del régimen ante las victorias de las potencias del Eje en Europa y más tarde en el Pacífico, le hicieron soñar con seguir la estela triunfal de las potencias fascistas. Y es que la dictadura franquista, y de un modo especial Millán Astray, no solo admiraba a la Alemania de Hitler y a la Italia de Mussolini, sino, también, el expansionismo nipón en Extremo Oriente. De este modo, tal y como recordaba el historiador Florentino Rodao en su libro Franco y el imperio japonés. Imágenes y propaganda en tiempos de guerra (2002), en el discurso pronunciado por Millán Astray el 1 de enero de 1938 en Salamanca proclamó que no había «camino de salvación» sino en «el despertar de los grandes pueblos donde se yerguen sus caudillos, los grandes caudillos de la hora presente», para nombrar acto seguido, y por este orden, a Mussolini, Hitler, Hiro-Hito, Oliveira Salazar, y el mismo Franco.

Pero la admiración de Millán Astray por el Japón y su espíritu guerrero le venía de lejos. Cuando se reeditó en España en 1941 el libro de Inazo Nitobe Bushido. El alma de Japón, compendio del código ético de los samuráis que exigía devoción al deber, lealtad y honor hasta la muerte, prologado por el mismo Millán Astray con el que pretendió exaltar la figura del mítico guerrero nipón, que le sirvió de inspiración no solo en su carrera militar sino también a la hora de fundar la Legión en 1920, razón por la cual escribió en dicho prólogo: «En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas morales a los cadetes de infantería en el Alcázar de Toledo […] y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión, con su espíritu legionario de combate y muerte, de disciplina y compañerismo, de amistad, de sufrimiento y de dureza, de acudir al fuego». Y cierto es que el espíritu samurái fue calando en el fundador de la Legión, fuerza de choque que, tanto en la contienda colonial de Marruecos como en la posterior guerra de España de 1936-1939, se caracterizó por su extrema violencia y crueldad, como lo ponen de manifiesto la aceptación de algunas de las ideas del bushido, palabra japonesa que significa «el camino del guerrero», entre ellas, el entusiasta culto a la muerte. Estas ideas enlazan con la mitificación del «novio de la muerte» legionario, título adoptado como su himno, el mismo que cantaron a coro en la pasada Semana Santa de Málaga, tres de los entonces ministros del Gobierno del PP: Rafael Catalá, Juan Ignacio Zoido y hasta Íñigo Méndez de Vigo.

Los espectros del pasado retornan con demasiada frecuencia en nuestra historia de España. Millán Astray y su espíritu samurái es uno de ellos, pero no el único: ahí está, todavía, el faraónico panteón del Valle de los Caídos honrando, después de 40 años de democracia, a un general genocida.

*Fundación Bernardo Aladrén