El otro día dije que el PNV había negociado con inteligencia y habilidad la reducción (¡retrospectiva!) del cupo, a cambio de apoyar los presupuestos generales de PP y C’s. Alguien se mosqueó por ello. Pero me mantengo en lo mío. Porque, vista desde la Tierra Noble, la jugada vasca es perfecta. Euskadi ha obtenido una independencia fiscal de facto. In-de-pen-den-cia. Y lo ha logrado cogidito de la mano de los españolistas más furibundos. Los que proclaman una supuesta igualdad entre españoles que no existe ni de lejos. Nunca existió. Si eso no demuestra astucia y sabiduría política... Ya me dirán.

El problema radica en que el Estado de las autonomías fue asimétrico de partida y lo siguió siendo por los trucos utilizados en el día a día por los centrífugos y los centrípetos en amorosa hermandad. Los derechos forales de vascos y navarros plantearon una diferencia clara y esencial. Desde entonces, el famoso cupo no ha dejado de reducirse hasta quedar en una cantidad simbólica. El sueño de los ricos hecho realidad: quedarse su recaudación fiscal y echar una propinita en la caja común.

Cataluña por su evidente potencia y presencia específica en el Congreso, y otras comunidades por su condición de graneros electorales de PSOE y PP han tenido arreglos bilaterales o concesiones del Estado: regalos, premios, deudas históricas. Y las islas porque son islas, sobre todo las Canarías. Normal.

La financiación de las autonomías nació dislocada. Ahora anda descoyuntada por completo. Queda claro que ni Euskadi ni Cataluña (tampoco Navarra, claro) admitirán ya nunca jamás un acuerdo multilateral para poner orden. Ellos juegan solos y a lo suyo. Lo cual plantea un problema más que serio. Sobre todo para territorios como el aragonés, tan mansito y tan secundario.

Pero lo más inaudito de tal situación es que, pese a su obviedad, sigue permitiendo a los superespañoles defender una igualdad y una soberanía que ni existe ni jamás ha sido defendida (de verdad) por los partidos que presumen de hispanocentralistas. Es acojonante.