El Estado se tambalea un poco y luego se vuelve a enderezar, pero casi nadie tiene tiempo para seguir esas evanescencias post 11-M, pues el gentío está medio de los nervios por la mera supervivencia, que ya no es sólo la merienda y el camastro: ahora la supervivencia pasa por comprarse una pantalla extraplana, una retrograbadora de dvd de doble capa, santo cielo, ¿qué será la doble capa? Sobrevivir se ha vuelto carísimo.

El Estado se tambalea un poco, pero sólo para especialistas, pues el gentío no adube (llega) a todo, ni a nada. Y ahora empiezan las cenas, llamadas para cenas que se cruzan con llamadas para negocios o, lo que es más normal, llamadas para las dos cosas, todo mezclado, el mundo alcanza por fin la confusión que estábamos esperando, ya no es necesario que el arte sea sorprendente, ni menos epatante, ni maravilloso (bueno, maravilloso ya no era hace años), la vida misma se ha artificado ella sola, se ha complicado sutilmente, a ratos nos parece que es la misma de antes (del año pasado, de hace dos o tres años, no más), que todo sigue medio parado, en ese tedio de siglos en el que era posible tirarse un rato a ver la tele, o a leer un libro, sin que pasara nada, sin recibir una descarga o un estímulo o un smsazo. Todo es tan inaplazable. Lo del 11-M es como un congreso de historia. Cómo corre el paso del tiempo. Ahora que las empresas ya están medio apañadas y el año agoniza el negocio son los autónomos, millones de autónomos que todavía no se han equipado para el incierto futuro (cinco minutos aprox), y que todavía no se han vertebrado ni asociado lo suficiente como para ser un auténtico foco de poder, de presión y todo eso. Los autónomos, por separado, sólo reciben migajas, restos de serie. El que no se asocia perece en el magma tiburonil.

Se desmembra un poco el Estado, pero no por los rifirrafes de la comisión, que para extraer un dato tiene que estar un mes forcejeando y espunchigando en las médulas del cuñadeo. Lo peor que es que se parara el falso ave el otro día, ay qué inseguridad ciudadana producen esas caidas de la normalidad. Lo peor es que el partido que gobierna ¿? no es capaz de organizar ni a los propios diputados. Eso es que no hay nadie trabajando en la sombra, atornillando los detalles. Y da muy mal rollo.

*Escritor y periodista