En numerosos medios de comunicación hablados, escritos y telemáticos, como también en las conversaciones de los bares, se ha extendido como un mantra que en estas pasadas fiestas navideñas, se ha producido un aumento del consumo en relación a las del año anterior. De ahí nuestros dirigentes políticos concluyen que el final de la crisis está ya a la vuelta de la esquina. Será verdad, si todos lo dicen, aunque tanta unanimidad me resulta cuando menos sospechosa. No obstante, me siento obligado a reflejar algunas consideraciones al respecto, aun cuando sé que pueden resultar para algunos un tanto inoportunas.

Un amigo que tiene un pequeño comercio de informática en Zaragoza, me dijo poco ha, que ciertamente ha habido un aumento del consumo y que probablemente ha tenido mucho que ver en él, el que este año hayan recibido su paga extraordinaria los empleados públicos, repito su paga, porque es suya. En estos momentos estamos prestos a aceptar cualquier cosa, como consecuencia de esta crisis que nos abruma y acongoja, sin que nos importe el que sea algo que hasta hace poco nos parecía inverosímil o injusto. Recibir tu paga extraordinaria, algunos inconscientemente lo han considerado como una especie de concesión de la administración, en concreto del gran Montoro. En repetidas ocasiones el ínclito ministro nos ha obsequiado con "este año a los empleados públicos les daremos la paga extraordinaria de Navidad". Que no, que no, tú no nos das nada. Tú no puedes dar lo que no es tuyo, porque ese algo que dices que nos das, nos pertenece a los empleados públicos que lo hemos ganado con nuestro trabajo. Lo que hasta hace poco era considerado como un derecho, hoy es un privilegio. Como también el disponer de un puesto de trabajo. Todo ser humano por el hecho de serlo debiera disponer de uno con un sueldo digno para poder construir un proyecto vital. ¡Qué menos! Pues no, hoy ya no. Tener hoy un puesto de trabajo, aunque sea miserable y precario, es un privilegio. Y repito no debería serlo. Y si alguien no lo tiene, la administración debería proporcionarle los medios de subsistencia adecuados para sobrevivir con dignidad. Sabemos que no es así, ya que muchos españoles ni tienen trabajo ni reciben subsidio alguno. Es evidente que la historia no camina en una buena dirección, la del progreso, muy al contrario, marcha en una dirección contraria, en un irreversible retroceso. Sirva como ejemplo la Constitución montañesa de 1793 en cuyo artículo 21 se especifica con claridad meridiana: Las ayudas públicas son una deuda sagrada. La sociedad debe la subsistencia a los ciudadanos desgraciados, ya sea procurándoles trabajo, ya sea proporcionando los medios de existencia a los que no estén en condiciones de trabajar. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me parece oportuno mencionar también del mismo texto constitucional su artículo 35: cuando el Gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes. ¿Cuántos derechos constitucionales respeta el gobierno? Aquí en esta España nuestra, no ya la insurrección, ni siquiera la protesta se nos permite, que para ello se está tramitando el proyecto de ley de seguridad ciudadana.

Retornando al susodicho aumento del consumo, el mencionado amigo me dijo, muy dolorido, que la gran mayoría de los zaragozanos habían utilizado sus tarjetas de crédito sobre todo en los grandes centros comerciales, donde prácticamente la mayoría y los mejores espacios son de grandes marcas de multinacionales, cuyo nombre no cito para no hacerles publicidad y que todos conocemos. Tú observa, me decía, lo que te voy a decir. Son empresas que venden productos fabricados en Bangladesh o en Birmania por unos trabajadores que han recibido un sueldo de miseria. Me viene a la memoria haber leído con motivo del accidente producido el pasado mes de abril en una fábrica textil de Bangladesh con 243 muertos, que una de estas empresas pagaba un céntimo por camiseta fabricada. Luego alardea de aumento de los puestos de trabajo la ínclita Fátima Báñez, la siempre sonriente ¿de que hostias se ríe esta señora? Será por haber sometido a todos los trabajadores españoles a una legislación laboral decimonónica o de haber robado parte de su pensión a los jubilados. Prosigue, mi amigo, que todas estas empresas tienen sus domicilios fiscales fuera de España, lo que no les impide a sus dueños o directivos autoproclamarse grandes patriotas. Y por último, los cuantiosos beneficios conseguidos los depositan en paraísos fiscales, no sé por qué no los llamamos "Cuevas de mangantes y chorizos", que sería más apropiado. Y me decía como conclusión final, no menos dramática, que mucho pequeño comercio como el suyo, tendría que cerrar en breve, porque las entidades financieras no les conceden préstamos para sobrevivir, y eso que desde las administraciones dicen que el crédito está fluyendo para la pequeña y mediana empresa a raudales. Saquen, ustedes mismos, sus propias conclusiones. Termino con las palabras que sirven de título a estas líneas un tanto intrascendentes y deslavazadas. "Estas fiestas ha crecido el consumo". Profesor de instituto