No tengo duda de que somos, en general, una tierra solidaria, lo comprobamos en numerosas ocasiones, como ha sido la de esta semana con la donación de pelo para fabricar pelucas destinadas a personas que están pasando por la enfermedad del cáncer. Una enfermedad maligna y alcahueta que da a entender lo enfermo que se está, llevándose demasiada gente por delante. Haciéndome eco de una de las mejores canciones de Labordeta como es Somos: «…Hemos perdido compañeros, paisajes y esperanzas en nuestro caminar...» Mujeres de todas las edades se personaron para donar su melena en el hospital Quirónsalud; la iniciativa desbordó las expectativas por lo que, con esta generosidad, se podrán construir nuevas apariencias que amortigüen las desesperanzas. La pérdida de cabello que provocan algunos de los tratamientos oncológicos convierte la enfermedad en un estigma que la hace más difícil. Esta iniciativa solidaria no es única, en otras localidades, asociaciones, peluquerías cortan, confeccionan pelucas, de ese pelo natural que ha sido donado, para luego venderlas aproximadamente a 400€, cuando su precio suele rondar los 2.000€, aun así, no todo el mundo puede asumir ese gasto. Realmente es una actividad empresarial de low cost, pero si partimos de una idea solidaria, el fruto de lo que se obtiene debería estar regulado por sociedades constituidas sin ánimo de lucro (ONL) y, si un profesional se ofrece a presentar este tipo de iniciativas, la trasparencia en costes y beneficios debería estar presente para evitar otros provechos espurios. Estamos algo sensibles por las utilidades de apariencia solidaria como ha ocurrido con Oxfam, las propuestas basadas en la generosidad de los demás merecen una regulación responsable y respetuosa. Lo demás pueden ser negocios.

*Pintora y profesora