El Boeing 737-800 del vuelo 120 de China Airlines quedó enteramente destruido por un incendio tras aterrizar, el 20 de agosto del 2007, en la isla de Okinawa; la falta de una arandela causó el desprendimiento de un perno que perforó el depósito de combustible. Otro Boeing 737, en el vuelo 243 de Aloha Airlines, perdió media carlinga el 28 de abril de 1988 mientras volaba entre dos islas de Hawái; la vida estimada por el fabricante para los 737 es de 34.000 vuelos, pero el avión accidentado ya llevaba 90.000.

Una arandela vale diez céntimos, un Boeing 737 cuesta 90 millones de dólares y una vida humana no tiene precio. En las cuentas de explotación de las dos compañías, las revisiones superficiales o las amortizaciones alargadas tal vez eran positivas; en el balance empresarial global, resultaron ruinosas. Por eso sorprende e inquieta que el Consejo de Seguridad Nuclear saliera días atrás con la propuesta de ampliar la vida útil de las centrales nucleares de los 40 años usualmente admitidos hasta los 60, o incluso más. Así, propuso reabrir la central de Santa María de Garoña, inaugurada hace 46 años. Sería la décima más vieja de las 449 que funcionan en el mundo. La energía nuclear no está exenta de riesgo y es carísima. La connivencia del poder con los lobis energéticos ya empieza a ser más que preocupante. China Airlines y Aloha también quisieron hacerse los listos. Al final, las cuentas fueron desastrosas y las vidas perdidas, irreparables. Alguien debería dar la cara y explicar, de paso, por qué se pagan sueldos tan elevados a directivos y consejeros que toman decisiones tan objetables. H *Socioecólogo