Como era de esperar, Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Zaragoza avanzan hacia la aprobación de sus presupuestos en tiempo récord. De alguna forma, PSOE, Podemos, Chunta e IU se las han arreglado para ponerse de acuerdo, al menos lo suficiente para ir cerrando las cuentas sobre la marcha y no dejar a la derecha la baza de un ejercicio perdido o mal aprovechado.

Está bien, ¿no? Lo único... que, pese a tan buena disposición, esto de los presupuestos sigue siendo un barullo que atonta a cualquiera que pretenda aclarar o aclararse sobre cómo van las cosas y cómo van a ir a lo largo del año ya iniciado. Los recovecos de una predicción contable repleta de zurcidos, excepciones y suspicacias desconciertan a cualquiera. No me refiero solo a los polémicos 800.000 euros que el Ayuntamiento cesaraugustano regalará, al parecer, al Real Zaragoza, sino a otro montón de partidas que han sido infladas o deshinchadas sin que se sepa muy bien ni cómo encajarán en un balance equilibrado ni siquiera de dónde saldrán ni si se ejecutarán finalmente ni si soportarán los habituales cierres de caja a la vuelta del verano. Por no hablar de las negociaciones entre las izquierdas, que siempre dejan suelto el fleco de un PSOE perfectamente capaz de resolver ciertos apaños gracias a súbitos y oportunos entendimientos puntuales con la derecha.

Todo esto se proyecta sobre un Aragón en vía muerta, muy poco motivado en lo estratégico, con ideas muy limitadas o simplemente anacrónicas. Los partidos progresistas (si cabe llamarlos así) tienen no obstante una ventaja: en el ámbito conservador no se percibe, a fecha de hoy, una sola idea original o un impulso que se apoye en la creatividad y la innovación. De esta forma, atontados o no, tendremos presupuestos, habrá un ejercicio más dinámico e inversor que los anteriores y se supone que llegaremos a la precampaña del 19 felices y contentos, aunque una miaja aburridos.

Eso... si no tenemos un disgusto en Figueruelas. Que es donde nos jugamos de verdad los cuartos.