Uno de los grandes nombres de la actualidad deportiva es el de Pau Gasol, líder de la selección española de baloncesto que aspira a revalidar su corona mundial.

A Gasol le sonríen los éxitos en la cancha, pero no así en los terrenos financieros.

La revista Tiempo dedida esta semana su portada y un amplio reportaje de Fernando Barciela a las finanzas de los deportistas españoles de élite y, por extensión, a las de nuestras estrellas del mundo del espectáculo.

Muchas de los cuales han acumulado a lo largo de los últimos años fortunas ciertamente espectaculares: el propio Gasol (22 millones de euros al año); Rafael Nadal (44 millones), Fernando Alonso (31 millones), Fernando Torres (22) o, pasándonos a los escenarios Penélope Cruz (bienes estimados en 55 millones), Javier Bardem (20), David Bisbal (210 millones en patrimomio inmobiliario). y un no tan largo etcétera de privilegiados mueven cientos de millones en ingresos, inversiones, rentas... Al extremo que unos cuantos bancos -Sabadell, Santander, Popular- han diseñado unidades específicas para encauzar el destino de las millonarias ganancias de sus selectos clientes.

A pesar de los consejos de sus asesores, el balance financiero de nuestros famosos puede considerarse, en su conjunto, como un fracaso. La causa principal parece descansar en el hecho de que casi todos acaban delegando sus intereses en personas próximas, en familiares o amigos de la máxima confianza, fieles a carta cabal, pero incompetentes en el complejo mundo de los negocios.

Así, por ejemplo, y ya que habíamos empezado con Gasol, el pivot español confió casi todo su dinero a dos agentes, Enrique Rodríguez y Arturo Onega, cuyas decisiones han causado serios perjuicios al jugador. En el caso de Arancha Sánchez- Vicario, la disonancia tuvo ecos familiares, pues los agentes eran los padres.

Otros muchos ídolos han fracasado en su intento en convertirse en empresarios de éxito. Antonio Banderas ha visto cerrar sus negocios de restauración o alquiler de barcos; Casillas tuvo que echar la persiana en una discoteca abierta en su pueblo natal, Móstoles; Iniesta fracasó en la construcción y en el intento de crear una bodega con su nombre; y otros futbolistas, como Míchel, han visto adelagazarse con la crisis el valor de sus propiedades inmobiliarias. Los ricos también lloran.