Demasiado tiempo. Los pasos dados por ETA desde que en octubre del 2011 anunció el final definitivo de la violencia son más lentos de lo deseado y esperado, al margen de los paralelismos que se puedan establecer con otros conflictos, como los de Irlanda del Norte o Colombia. La Comisión Internacional de Verificación (CIV) calificó de "paso creíble y significativo" hacia el desarme de la banda terrorista el sellado de una parte --irrisoria-- de su armamento. Esta neutralización del material es el principio de su desarme, que ETA definió en el comunicado publicado este mes en el diario Gara como "aportaciones significativas para alimentar el proceso de paz". Pero la banda gesticula ante una sociedad cansada con la dilatación de un final que ETA se resiste a admitir formalmente aun siendo ya una realidad. A los demócratas no se les puede engañar más. Sencilla y llanamente, la banda tiene que entregar las armas y desaparecer. Y, ayer ni socialistas, ni populares ni nacionalistas quedaron satisfechos. A pesar de que la evolución de la sociedad sitúa a ETA en el anacronismo, hay todavía fuerzas dispuestas a ofrecerle un acompañamiento. El lendakari, Iñigo Urkullu, defendió darle "todas las oportunidades" siempre y cuando reconozca "el daño causado". Fue Urkullu quien le recordó a Mariano Rajoy la importancia de la asunción de la llamada vía Nanclares de reinserción.

PAPEL ACTIVO

El camino recorrido por la izquierda aberzale, que ocupa una gran parcela de poder político en Euskadi, la lleva a necesitar más que nadie el fin del terrorismo. Y, en consecuencia, debería jugar un papel más activo en ese sentido. Pero el avance irreversible hacia el final de ETA --certificado ayer por el anuncio de la CIV-- no puede ser acogido tampoco con la displicencia mostrada por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Y resulta especialmente doloroso intuir que, detrás de declaraciones como "es más de lo mismo" o "es un gesto de teatralización" se puede esconder otro intento de apropiarse de las víctimas del terrorismo. La sociedad española se siente ya liberada de ETA, pero son los partidos quienes deben mantener la firmeza y la serenidad para concluir con altura de miras uno de los peores episodios de la historia reciente de España. La banda es suficiente que entregue las armas sin más dilaciones.