Desde que el escritor Julio Llamazares presentó La lluvia amarilla, el monólogo del último habitante de un pueblo abandonado del Pirineo aragonés, llamado Ainielle, han pasado ya 31 años. Después, hace dos años, el escritor y periodista madrileño residente en Zaragoza, Sergio del Molino, devolvió la despoblación a tema de actualidad con su libro La España vacía, un viaje histórico, biográfico y sentimental por un país deshabitado dentro de España. Hoy, miles y miles de personas llenarán la plaza Colón de Madrid en una revuelta de la llamada España vaciada, nombre que tiene una intención política, una responsabilidad con la que van a tener que cargar muchos cargos públicos de este país. Porque se lleva muchos años intentando corregir algo que ahora ya (ojalá no sea solo por la proximidad electoral) se ha convertido en una cuestión de Estado. Pero Teruel Existe, por ejemplo, nació hace 20 años. Y las reivindicaciones son las mismas. Poco se ha avanzado. Por muchos libros, por muchos escritos, por muchas reivindicaciones...

Una gran mayoría de políticos no pueden nada más que ruborizarse a la hora de hablar de soluciones para evitar que aumenten los municipios abandonados. Muchos de los alcaldes aragoneses de pueblos pequeños son los primeros que no hacen vida en ellos sencillamente porque no residen allí. De todos los partidos. Por algo hay que empezar. Pero es que muchos de los políticos que ahora, desde Aragón, exigen planes concretos y prometen actuaciones concretas, han estado en altos cargos del Gobierno y no han sido capaces de tomar iniciativas que fueran resolutivas. Las cotas de demagogia con los dramas de la depoblación, el envejecimiento y la marginalidad del mundo rural han superado todos los listones.

Porque la intención del lema de la manifestación de hoy es evidente ya que esos rincones de España con muy poca población, como Teruel y numerosas zonas de Zaragoza, principalmente, parece que se han vaciado a idea a lo largo de los últimos años. Y nada se ha querido hacer por mucho que ahora todos los partidos, de la izquierda a la derecha, se sumen a este carro. Y aún peor, son muchos los españoles, sobre todo los que hoy están en Madrid manifestándose, que piensan que todo es flor de un día, de esta primavera electoral en la que estamos inmersos y que después de que pase el verano, se volverá a las andadas, a no hacer nada, hasta la próxima.

Cada partido lanza la suya, y hay quienes hasta dicen incoherencias porque en un momento quisieron suprimir ayuntamientos, diputaciones provinciales y comarcas. Solo se hace política territorial con incentivos fiscales como buscando una falsa insularidad de los territorios con menos población. Lo que hay que conseguir es garantizar unos mínimos vitales, la igualdad de los derechos que son básicos para todos los españoles, unos servicios con accesibilidad, médicos, escuelas... Igual que en la capital. Pero hay que jerarquizar. No puede haber un pueblo con 30 habitantes cada diez kilómetros que tenga de todo. Las distancias deben ser prudenciales para acceder a los servicios y debe haber buenas infraestructuras, buenas comunicaciones, porque las capitales de provincia, las cabeceras de comarca deben ejercer de líderes. (Y en Aragón hay casos, como el de Huesca capital, que necesita un gran meneo).

Y todo esto está plasmado en una ley que elaboró el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero en el año 2007 pero que duerme el sueño de los justos. Urge reactivar ese texto legal que intentaba dar sostenibilidad al medio rural y que reunía muchos ingredientes positivos de los que ahora lanzan muchos partidos políticos. Lo que tiene que hacer el nuevo Gobierno central que salga del 28-A es mejorar la ley, desarrollarla con los decretos adecuados y dotarla de los fondos necesarios. Allí quedan certeramente radiografiados los problemas, reconocida la situación excepcional de la España Rural Interior y apuntadas las soluciones, incluyendo una gestión comarcalizada de los recursos que se adivina muy adecuada a la realidad territorial a la que se refiere.

Teruel y muchos territorios de Zaragoza y Huesca necesitan actuaciones concretas ya. No hacen falta informes, ni elaborar planes de actuación ni grandes estrategias porque hay mucho diseñado ya. Hace falta poner manos a la obra y pensar que en todos los sitios no puede haber de todo.

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