La Las elecciones francesas de nuevo nos recuerdan que Europa es una broma. Que las estrellas en círculo de su bandera no son más que piezas inestables a merced de un malabarismo sin cabeza.

¡Cuidado con Grecia!, ¡ahora es España!, ¡Italia!, ¡los bancos alemanes!, ¡los ingleses!, ¡Marine Le Pen!… Tal vez, si algo bueno tiene la ultrafacha de Marine es su descaro para mostrar nuestra fragilidad. Mientras el candidato centrista Emmanuel Macron la acusaba de querer enmascarar su voluntad real de sacar a los franceses del euro, ella salió a la palestra anunciando que el euro ya estaba muerto y que apostaba por recuperar el franco y tal vez mantener el euro para el comercio internacional de empresas para que el cambio de divisa no fluctuase en exceso.

Estamos llegado a la máxima evidencia de nuestra incompetencia. Somos incapaces de aplicar la receta para construir de verdad Europa o deconstruirla ordenadamente. Parece que esperemos un milagro o un accidente, lo que nos descubre como cada vez más irresponsables.

La política no existe. En cada Estado/nación los grupos de presión han puesto a sus títeres con el único objetivo, corto de miras, de proteger sus intereses creados sin ser conscientes de los riesgos que comportaría tener sociedades rotas y sin marcos referenciales ni jurídicos claros. Un pueblo soberano debe poder mandar sobre su moneda, de modo que si la nuestra es el euro, lo que no tiene sentido es que sigamos pensando en clave estatal. Los estados miembros deberían renunciar a sí mismos para diluirse en un espacio común, igual en derechos y en obligaciones; en fiscalidades y ayudas, en salarios y prestaciones. Basta ya de intermediarios con intereses contrapuestos. A Europa hay que gobernarla entre todos, pensando en todos. Marcando áreas económicas que tengan sentido y apoyándolas en su desarrollo. Hay que actuar como si fuéramos uno y no como carroñeros egoístas para ver qué le podemos sacar al vecino. Hemos de retornar a la solidaridad y posiblemente al sacrificio por nuestro conciudadano, viva en París, Atenas o Albacete. Una sola moneda, un solo país. Europa. Basta ya de jugar a la ruleta rusa con nuestra bandera de estrellas como si fuera el tambor de un revólver, pendientes de cada elección nacional por si todo salta por los aires.

Sí, a través de la economía nos han estafado. Sí, a través de un mundo globalizado, se impone el salario más bajo. Sí, estamos en una revolución tecnológica que hace que necesitemos menos manos para hacer funcionar al mundo. Sí, vivíamos demasiado bien desde el colonialismo y ahora la fiesta terminó. Pero nuestros políticos locales/estatales son hoy ya una losa, un peaje, un canto al populismo. Si queremos que Europa exista, seamos únicamente europeos. Y responsables de una vez.

*Periodista