La Eurocopa evidencia un momento flojo de las grandes selecciones. Hay un final generacional de sendas etapas brillantes de Francia y Holanda, y viven momentos de indefinición las selecciones de Alemania, Inglaterra e Italia. Es una crisis en todas direcciones. Envejecen muchos grandes jugadores y despuntan sólo unas pocas nuevas estrellas.

Hay un estancamiento táctico que favorece el juego destructivo, hasta el punto de que el fútbol miserable de Grecia ha llegado a la final. Y, como en las ligas de tercera, el factor campo pesa más que la desenvoltura de los equipos, aunque hay que reconocer que el modesto Portugal suma a esa ayuda ambiental un aprovechamiento eficaz del grupo de jugadores con excelente nivel físico y técnico que ha entrenado Mourinho en el Oporto.

Dentro de esa mediocridad, España ha vuelto a decepcionar, desaprovechando una oportunidad como pocas para lograr un título.

Pero en la selección española, con un técnico inadecuado, son mejores los jugadores tomados de uno en uno que alineados juntos. Con todo, nuestro fútbol, sin las figuras extranjeras que nutren a los clubs, tiene el nivel discreto que ha tenido la Eurocopa.