La Eurocopa de selecciones nacionales de fútbol, que empieza a disputarse esta noche, encierra un reto: devolver la confianza en la honradez del arbitraje tras el lamentable partidismo que se registró en el último Mundial. Con un fútbol demasiado presionado por los intereses económicos, en el que la publicidad y las retransmisiones televisadas suponen cantidades multimillonarias, esta fase final de Portugal es una verdadera prueba de fuego respecto de este problema.

Para el equipo español el pulso es otro. Con un once confeccionado a la medida de las presiones de la prensa madrileña (el peor año de la carrera profesional de Raúl no le aparta de la titularidad, por ejemplo), una selección especializada en decepcionar actúa casi en campo propio y figura entre las favoritas. Veremos qué pasa.

Están garantizadas grandes dosis mediáticas de patriotismo nacional-futbolístico, aunque aún no sepamos si acabarán destinándose a festejar algo o a otra rasgadura de las vestiduras. En cualquier caso, llega otra apoteosis espectacular del mejor fútbol y de las pasiones colectivas que han convertido este deporte-negocio en uno de los rasgos definitorios de nuestra civilización.