La clase política europea se llevó el domingo las manos a la cabeza y declaró estar horrorizada por la elevada abstención en las elecciones para el Parlamento Europeo. Pero los que estamos realmente preocupados somos nosotros, los ciudadanos, que nos encontramos desconcertados por lo que están haciendo ellos con la Unión Europea. Porque la Europa que dicen construir en nuestro nombre está muy poco perfilada, y en lo que intuimos casi nos gusta tan poco a los decididamente europeístas como a los fervientes antieuropeístas.

Tienen razón los líderes que denuncian que en la mayoría de los casos los electores han hecho ajustes de cuentas con sus gobiernos en clave estrictamente estatal. Los descontentos por problemas internos se han vengado en unas consultas convocadas para dilucidar sobre cuestiones externas.

Tienen razón. Eso fue lo que ocurrió en la mayoría de los países. Pero esos líderes callan que fueron ellos quienes, también en la mayoría de los casos, plantearon la campaña en torno a sus situaciones nacionales. España, con la ratificación o la rectificación de los resultados de las últimas generales, fue un ejemplo.

PERO DENTROdel rígido esquema actual de las democracias, cuando los gobernantes sólo se preocupan de los electores si hay unas urnas por medio, ¡cómo van a privarse los italianos de decir lo que sienten hacia Berlusconi, o los británicos hacia Blair, o los franceses hacia el dúo Chirac-Raffarin! ¿Por un escrúpulo de responsabilidad porque esta vez tocaba juzgar otras cosas?

Para que los europeos se hubiesen volcado en votar en función de esas otras cosas habría sido necesario que con anterioridad esos mismos líderes se hubiesen tomado la molestia de creer de verdad en las elecciones europeas. Y en buena parte, no ha sido así.

1. -- Para empezar, a estas elecciones son ellos mismos los que en muchos casos envían como candidatos a gente quemada o desplazada en la política interior, y no a los políticos que conocen mejor la problemática de la UE.

2. -- Para seguir, durante la campaña no se dignan concretar las diferencias que percibiremos entre si la fuerza mayoritaria del Parlamento Europeo es el grupo popular o lo es el socialista. Sí que sabemos, en cambio, que la futura Constitución, así como los mecanismos del engranaje de poder entre los países, se discuten fuera del ámbito parlamentario que nos dejan votar a nosotros. Son directamente Berlusconi, Blair, Chirac, Raffarin y compañía quienes se reservan la posibilidad de aceptar o rechazar los detalles de estos temas.

3. -- Para acabar, el liderazgo de Europa queda fuera del alcance de nuestro voto. El Parlamento es una institución secundaria. Predomina la sensación de una crisis de dirigentes y no se nos deja elegir directamente a la persona que nos inspire más confianza para fijar el rumbo de la Unión. La estructura comunitaria tiene miedo de lo que podría decidir la gente.

Todas estas cuestiones están relacionadas con las mecánicas que no convencen a los ciudadanos y que nos hacen sentir distantes del Parlamento que acabamos de elegir. Encima, hay grandes cuestiones de fondo que tampoco están claras. Por un lado, no sabemos --ni siquiera aproximadamente-- hacia dónde queremos ir como UE, y nadie nos habla con claridad y valentía sobre las alternativas. Por otro, hemos aceptado una ampliación que parece más una operación de dilución de las tendencias más unionistas que una potenciación que doble la apuesta.

CON TODO,lo peor es que, en tercer lugar, la mayoría de los nuevos ciudadanos europeos creen bastante poco en el proyecto, tal como lo demostraron las urnas el domingo; buscaban más la entrada en un club de privilegios económicos que en un proyecto de verdadera integración, y se encuentran con una sensible rebaja de las ventajas materiales. Ante eso, ¿cómo nos puede extrañar que en sus países hayan obtenido tan buenos resultados las listas más euroescépticas o, directamente, las más antieuropeas?

De todos modos, no les echemos demasiadas culpas a los recién llegados. Dentro la UE ya había disgusto por la impotencia colectiva demostrada en la prueba de fuego de la guerra de Irak, y heridas graves por la división. En algunos casos, entre países; en otros, entre gobiernos y sus propios ciudadanos.

Eso también está detrás de tanta abstención, de tanto voto en contra de quienes gobiernan los países. Mientras los políticos actuales no concreten qué Europa podemos conseguir, y cuándo, y cómo, casi nadie quiere darle un cheque en blanco a nadie para hacerla.

*Director de El Periódico de Catalunya