El comisario de Asuntos Económicos de la Comisión Europea, Pierre Moscovici, hizo la pasada semana grandes equilibrios para lanzar algunos mensajes de alerta a los estados miembros sin caer en ningún tipo de catastrofismo que empeorara las cosas o que, en el caso de España, interfiriera en el cierre de la campaña electoral que se celebró el pasado domingo. Anunció una nueva desaceleración del crecimiento económico en la Unión Europea que ya repercute en el consumo privado y del que se resiente la creación de empleo a pesar de que aún no se destruye ocupación.

Esta tendencia general en la zona euro se explica por el impacto de las guerras comerciales a nivel global que castigan especialmente las exportaciones de la locomotora alemana, por la falta de reformas estructurales (el desbloqueo del fondo común de garantía de depósitos es la primera buena noticia en muchos años) y por la falta de compromiso de las economías de la UE que tienen margen para aumentar el gasto por la buena salud de su déficit y de su nivel de endeudamiento. Moscovici señaló directamente a Alemania, a la que recordó que si hace frío, hay que abrir la calefacción. La puesta en marcha de la nueva Comisión puede ser un punto de inflexión en este sentido, pero se encontrará con una economía más vulnerable que hace unos meses.

En el caso de España, Moscovici no quiso dar munición a la oposición del Partido Popular que día tras otro señala la debilidad del crecimiento económico y augura una inminente recesión. La Comisión ha reducido en cuatro décimas sus últimas previsiones de crecimiento para España. Pero no quiso en ningún caso atribuir esta desaceleración a la inestabilidad política. Al menos, directamente. Sí lo hizo de forma indirecta cuando dijo abiertamente que los gobiernos en minoría de los últimos cuatro años no han permitido hacer reformas estructurales. Y cuando advirtió de que, si España sigue sin Presupuestos, el déficit crecerá por encima de lo admisible para la zona euro. El anuncio del pacto entre PSOE y Unidas Podemos tras los comicios debe perseguir un mensaje claro del Gobierno resultante: que la situación ya no permitía más bloqueos.

El vigor de la economía española, que sigue siendo uno de los estados que más crece en la eurozona, empieza a disminuir y se hace más vulnerable a los vaivenes del comercio global que se van a prolongar, como mínimo, durante todo el 2020 como consecuencia de la prórroga de la incertidumbre del brexit y por la elecciones en Estados Unidos.

Europa y España necesitan reformas estructurales. La zona euro está a medio hacer y es necesario empezar a considerar seriamente si una moneda puede estar al servicio de la economía sin un presupuesto común que la sustente. La nueva Comisión tiene capacidad de iniciativa legislativa y debe empezar a actuar de inmediato. Y España debe ponerse a a gestionar el Gobierno y la toma de decisiones porque sigue teniendo, entre otras cosas, una tasa de paro que duplica la media europea. Un elemento que amenaza muy seriamente el sistema de pensiones, uno de los pilares sociales de Europa.