Ocho días después del atentado que demostró la gravedad de la amenaza terrorista que pesa sobre Europa, los ministros de Justicia e Interior de la UE se reunieron el viernes para estudiar una respuesta común. El compromiso de unidad y solidaridad apenas pudo ocultar la irritación por el lento e inexacto traslado de información desde España, que podría haber sido dramático si los ataques de la capital madrileña hubiesen sido parte de una acción coordinada en más de un país.

Pese a las expectativas de que se podría proponer el nombramiento de una autoridad antiterrorista europea, el resultado de la cumbre fue un compendio de compromisos para mejorar la coordinación y el intercambio de datos entre las policías nacionales, y entre éstas y Europol. Es evidente que esta colaboración es manifiestamente mejorable. Pero esta respuesta queda corta. Mientras el terrorismo internacional y la criminalidad organizada no entienden de fronteras, insistir en parcelar la seguridad en los estrechos límites de los estados sólo supone más inseguridad. Aún queda pendiente la creación de organismos policiales supraestatales que hagan posible pasar de la coordinación a la integración.