Coinciden las próximas presidenciales de Estados Unidos con el semestre de presidencia alemana de la UE y los Veintisiete no las tienen todas consigo a la hora de prepararse para una posible negativa del presidente Donald Trump a reconocer en el último momento la derrota frente al demócrata Joe Biden que pronostican últimos sondeos.

El jefe del grupo de La Izquierda en el Parlamento de Estrasburgo ha propuesto a esa cámara y a la Comisión que preside la alemana Ursula von der Leyen que trate de enviar a observadores internacionales, como hace Washington cuando hay elecciones en países cuyos gobiernos no son de su agrado. «Existen indicios de que Trump pretende falsear el resultado de las elecciones y no reconocerá su eventual derrota», escribió el eurodiputado de ese partido Martin Schirdewann en una carta a Ursula von der Leyen al presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli.

Pero el gato es en este caso demasiado grande como para que los europeos se atrevan a ponerle el cascabel. Además, Washington tendría que permitir en cualquier caso una misión de ese tipo, algo que se da por descartado.

De ahí que la Unión Europea confíe en que sean las propias instituciones norteamericanas -el Congreso y el Tribunal Supremo- las que aclaren finalmente el cada vez más incierto panorama electoral de aquel país.

La UE prefiere pues esperar para que desde la locura de la actual Casa Blanca no la acusen de intentar meter las narices donde no le corresponde: el líder del mundo libre no admite injerencias externas y menos aún de los europeos, que bastante han abusado ya, como no deja de quejarse Trump, de la superpotencia.

Los diplomáticos de la UE se preguntan qué deberían hacer los europeos en el caso de que Trump se proclamase ganador sin esperar al recuento de los votos por correo, que su Gobierno ha intentado obstaculizar todo lo posible. ¿Qué ocurrirá, se preguntan, si se apresuran a felicitarle los líderes de su cuerda como el brasileño Jair Bolsonaro u otros como el presidente ruso, Vladimir Putin, o alguno de esos otros gobernantes autócratas con los que Trump parece sentirse siempre tan a gusto?

No se oculta el temor de que a tales prematuras felicitaciones pudiesen sumarse algunos políticos europeos que presiden gobiernos de esos que se ha dado en llamar «iliberales», como el húngaro Viktor Orbán o el polaco Mateusz Morawiecki.

Lo que más se teme tanto en Berlín y en otras capitales europeas es que, en el caso en que Trump se empeñe en no reconocer una victoria por las mínimas de su rival demócrata, se produzca allí una crisis -algunos hablan ya incluso posibles estallidos de violencia- que podría arrastrarse más allá incluso de la fecha de enero en el que debería producirse el relevo en la Casa Blanca.

Unos aconsejan esperar sin hablar demasiado alto para no darles más armas a los partidarios de Trump mientras que otros creen que lo que no puede hacer Europa es quedarse de brazos cruzados, pase lo que pase al otro lado del Atlántico.

La portavoz para asuntos europeos del Partido Verde alemán, Franziska Brantner, se muestra preocupada por la imprevisión que atribuye al Gobierno de coalición de Angela Merkel ante lo que pueda suceder en Washington.

Debería haber, en su opinión, mayor coordinación con otras capitales europeas desde la presidencia alemana. Los franceses, tradicionalmente menos entusiastas que el país vecino de los vínculos transatlánticos, creen que un eventual relevo en la Casa Blanca no cambiaría demasiado las relaciones con Europa, dadas las transformaciones que se han producido últimamente a escala global, apreciación que no comparten otros gobiernos, que se contentarían al menos con un cambio de tono, mucho más civilizado con Biden en la Casa Blanca.

En cualquier caso, los alemanes prefieren andar con pies de plomo, sobre todo por temor a que se agraven las diferencias entre los propios gobiernos de la UE, algunos de los cuales como los de Hungría, Polonia o la República Checa no ocultan sus preferencias por un presidente autócrata que, dicho sea de paso, no ha sentido remilgos a la hora de profundizar las divisiones entre la vieja y la nueva Europa.

La prudencia de Bruselas frente a lo que sucede en Washington llega al extremo de que no parece que la Comisión, que tiene la competencia en materia de comercio exterior, vaya a responder antes de las elecciones norteamericanas con sanciones arancelarias a las medidas del mismo tipo adoptadas por el Gobierno de Trump contra los productos europeos, entre ellos algunos españoles.