La constitución ayer en Barcelona de la eurorregión Pirineos-Mediterráneo es un gran paso adelante en la articulación política y el desarrollo de una vasta área que desde ambos lados de la frontera hispano-francesa se asoma al mar común y en la que existen fuertes vínculos culturales e históricos. De todos los convocados, sólo Valencia y Andorra faltaron a la hora de poner en marcha la plataforma, que aspira a ser un relevante grupo de presión en las instituciones europeas.

Aragón tiene allí su sitio, por supuesto. Pero debe delimitarlo y establecerlo en cierta medida por comparación con el espacio que aspire a ocupar Cataluña. La solución de algún contencioso pendiente entre ambas comunidades, pero sobre todo una definición equilibrada por parte de la nueva eurorregión de las propuestas para permeabilizar el Pirineo Central, han de ser las piedras de toque que determinen si las cosas van bien y si la relación con nuestros vecinos (que ha mejorado mucho en los últimos años) sigue por derroteros de cooperación y amistad. Esta es una magnífica ocasión para unir territorios por encima incluso de las fronteras estatales y para demostrar que se puede trabajar en común desde la igualdad plena y el respeto mutuo.