El autor de Los viajes de Gulliver, cuento o novela, que leímos en nuestra inolvidable juventud, escribió otro interesante texto que tituló El arte de la mentira política. Define la mentira política como «el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin». Que la mentira tenga un buen fin no quiere decir que suponga algo bueno, sino que satisfaga los deseos de quienes se dedican al sutil arte de mentir, que por lo general son siempre los miembros de la clase gobernante con promesas, habitualmente no ciertas e incumplibles. Por supuesto unos más que otros.

Si analizamos asépticamente la evolución de nuestra democracia, desde la tan cacareada e interesadamente utilizada Transición, se puede observar:

1º- Que no hemos sido capaces de olvidar y reconciliar nuestra «orgánica predemocrática» vivencia.

2º- Que los politicastros se convirtieron en politólogos sin haber hecho el grado, obteniendo el máster o el doctorado por procedimientos paraacadémicos y haciendo la residencia del PIR, ( político interno residente) en Sol.

Es característica constante, tanto en la trifalica diestra como en la no menos multifalica socialsiniestra, la escasa destreza encefálica, y en consecuencia, la falta de conocimientos necesarios para regir y ordenar la justicia, la educación, la sanidad, la economía, la defensa y las relaciones exteriores en un país de difícil convivencia como el nuestro.

En esta nueva campaña de apaños electorales, la mentira política se ha hecho norma, aderezada con el manido calificativo de «conspiración de las tres derechas», el llamado vulgarmente «fachismo». Pero no le va a la zaga el «rojerio anticlerical», mas cínico y farsante que anticlerical, que mantiene sin pudor aquello de incinerar iglesias y a cualquier bípedo/a con sotana o hábito. Laboralmente son conocidos por los instrumentos laborales que figuran en su logo, que según las crónicas jamás han sido utilizados por sus dirigentes. Son exclusivos de los desobedientes ciudadanos. Por supuesto con escasas excepciones en ambos territorios.

Todo perfectamente enmarcado en los espacios informativos, recreativos, deportivos e incluso eclesiásticos de algunos medios de comunicación, que fálicamente, utilizando la testoterenal libertad de expresión, falsean y adulteran ideas e imágenes, confundiendo el sanchismo ( belleza rural literaria, no copiada) con sanchicismo, ensuciando las normas cerebrales de la democracia.

De esta manera intentan, y en periodo electoral con mas intensidad, los responsables de la armonía democrática, de la convivencia entre ciudadanos, desinformar con la verdad oficial, cada vez que surgen contingencias como el procés, los Eres de Andalucía, el supuesto valor de los gudaris, la pobreza energética, la recuperación del planeta, el sexualizado feminismo, la supuesta supremacía de algunas regiones (nunca naciones de nuestro cada día mas injuriado país), el independentismo matón… En fin, cuánta promesa no cumplida, cuánta farsa interesada pregonada. Cuanto politicastro/a convertido a politólogo/a.

*Catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza.