La oferta ferroviaria en Aragón se va a ver notablemente mejorada a partir del próximo mes de junio. Sobre todo, en la alta velocidad, ya que en mayo comenzará a operar la compañía de bajo coste Ouigo, filial de la francesa SNCF; y a partir de junio hará lo propio Avlo, de la empresa española Renfe. Calatayud y Zaragoza se beneficiarán de este modo de una amplia oferta de trenes que enlazan a poco más de una hora estas ciudades de las dos principales capitales del Estado, Madrid y Barcelona. A pesar de las innumerables restricciones de movilidad durante estos últimos meses, cuando acabe el estado de alarma el próximo 9 de mayo, once trenes de alta velocidad tendrán parada en la capital aragonesa.

La oferta, por tanto, es excelente en la alta velocidad, y se va a ver notablemente mejorada con las propuestas de tarifas muy reducidas, lo que permitirá que muchas personas para las que el AVE actual se escapa a sus bolsillos. La alta velocidad española es de una excelente calidad, tras décadas de inversión. Está llegando a la mayor parte de España y, obviamente, acerca a prácticamente todas las comunidades con la capital del país. Sin embargo, los servicios ferroviarios españoles se han volcado en esta modalidad en detrimento de otros muy necesarios y en franco declive.

Dentro de este deterioro de otros servicios distintos a la alta velocidad, Aragón es una comunidad muy afectada, especialmente en los servicios regionales de Media Distancia. Salvo algunas excepciones, la oferta es limitada en trayectos y frecuencias, lo que hace que su uso sea también muy escaso. Es difícil establecer cuál es la causa-efecto, pero algunas líneas regionales como la que unía Zaragoza con Monzón y Lérida tenía una mayor ocupación cuando tenía unos horarios racionales adaptados a las necesidades de los usuarios. Lo mismo sucede con la línea norte-sur, tanto de Zaragoza a Canfranc como la que une la capital aragonesa con Teruel y Valencia. Servicios de pasajeros de otros tiempos, lentos y con numerosos problemas y averías. También en estos casos se podría destacar que el escaso número de pasajeros las hace inviables, pero no conviene olvidar que es un servicio público que se debe prestar y que, si se ofertara con parámetros de mayor calidad, tendrían más éxito del que tienen actualmente.

Renfe y el Gobierno de Aragón tienen un convenio que en la actualidad exige una profunda revisión y que se adapte a las necesidades de una comunidad autónoma muy extensa en territorio y muy poco poblada, en el que el ferrocarril puede jugar un papel fundamental en la vertebración. Así fue en el pasado y en la actualidad se han ido cerrando estaciones y se han ido quedando obsoletas muchas vías. Racionalizar el gasto público es una obligación, pero también es prestar servicios de calidad y no supeditarlos solo a la demanda, que además se vería incrementada si estos aumentaran sus prestaciones.

Algo parecido sucede con las Cercanías de Zaragoza. La capital aragonesa dispone desde el 2008 de un servicio con una línea corta con frecuencias muy espaciadas y horarios que no siempre son especialmente confortables. Por tanto, su uso es muy limitado, incomparable al de otras grandes ciudades españolas, aunque bien es cierto que estas tienen un área metropolitana mucho mayor que la zaragozana. Conciliar los parámetros de racionalización del gasto y demanda es imperioso, y urge hacerlo para que las prestaciones de otros servicios ferroviarios sean tan sobresalientes como el de la alta velocidad.