En pocas ocasiones unas elecciones estadounidenses de mitad de mandato han despertado la expectación y el activismo político como las que se desarrollarán este martes. Con un Congreso ahora bajo control del Partido Republicano, los comicios deben renovar 35 de los 100 escaños del Senado y los 435 de la Cámara de Representantes, además de elegir a varios gobernadores. El nombre de Donald Trump no aparece en ninguna papeleta, pero del resultado depende el futuro, en un sentido u otro, del actual presidente. Una victoria del Partido Demócrata en la Cámara sería un obstáculo insalvable a todos sus proyectos legislativos, que acaban siempre por beneficiar a los más ricos y perjudicar a los más pobres utilizando para ello el populismo de la peor especie (si es que hay alguno de la mejor).

Pero si esto es importante para Trump, lo es más todavía la posibilidad de que dicha victoria abra la puerta a varias investigaciones sobre un presidente que mezcla los negocios privados con los asuntos públicos, que ha mentido sobre el origen de su fortuna y que ha puesto a EEUU en una complicada situación frente a una Rusia adversaria, entre muchas otras indignidades en alguien que ocupa el máximo poder estadounidense. El Congreso haría su papel de contrapeso al poder presidencial, que es lo que pretendían los redactores de la Constitución de aquel país. Ello explica que Trump plantee estas elecciones como un plebiscito sobre su persona y su obra, que se haya arremangado en esta campaña como si de su elección a la Casa Blanca se tratara y que lo haya hecho recurriendo torticeramente a un argumento que ya le había dado excelentes resultados en el pasado (también a otros mandatarios), como es el de la inmigración para movilizar a sus bases.

Normalmente, en las elecciones de mitad de mandato la participación es muy inferior a las presidenciales, y las urnas acostumbran a castigar al partido del ocupante de la Casa Blanca. Así ha sido desde 1882, con dos rarísimas excepciones. En esta ocasión, la movilización de republicanos y demócratas es muy grande comparada con el pasado y entre estos últimos destaca el papel sobre todo de los jóvenes, tradicionalmente reacios cuando se trata de acudir a las urnas, activados ahora en defensa de las cuestiones que afectan y preocupan a tantos y tantos ciudadanos estadounidenses como la sanidad.