Si nos ajustamos a la estricta racionalidad, el fútbol es un absurdo en el que dormitan vanas y secundarias ilusiones, remotas utopías, sueños de grandeza. El fútbol es un maravilloso absurdo que supone para muchos ciudadanos algo así como lícitos y esporádicos momentos de adrenalínico y fisiológico éxtasis. El fútbol es la alegría que no cansa.

Un campo de fútbol es un lugar de cita y encuentro para la lúdica esperanza de todos los que allí acuden. Es, pues, una comunidad de sinergias; incluso cuando las posibilidades de éxito inmediato de un determinado equipo --entiéndase el Real Zaragoza-- son remotas debido a la circunstancia de encontrarse en la parte inferior de la clasificación liguera, próximo a la cueva del descenso. Ha sido el caso de nuestro equipo antes de la reciente final de Barcelona. Así y todo, la afición creyó en sus futbolistas y le traspasó su energía y el Real Zaragoza, sometiendo a los vientos galácticos, fue ganador de la Copa del Rey 2004: con determinación y grandeza, por 6 vez, una vez más. Y es que el fútbol, a pesar de su peculiar y nada clarividente lógica, siempre atiende a la fe de su afición y a su historia.

*Doctor en Medicina y radiólogo