Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:

—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…

—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:

—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.

Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:

—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.

El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:

—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.

Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:

—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.

Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.

Pues bien, viene esto a cuento de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Mañana empieza el debate de investidura del socialista y parece que el líder de Unidas Podemos hubiera querido jugar como el escorpión del cuento. Y es que si en este momento la izquierda que puede mantener el Gobierno de España suma 175 escaños y no llega a ser capaz de forzar la elección del presidente socialista, después de una hipotética repetición de las elecciones generales, a lo mejor la izquierda no suma tanto como ahora y en el Congreso es la derecha la que más escaños tiene. Porque los socialistas pueden subir más si hubiera repetición electoral recogiendo votos de la izquierda morada y de la socialdemocracia naranja, pero los podemistas tendrán menos y quizás la suma de unos y otros ya no da tanto y se queda en 155, por ejemplo. Se habrá perdido así la oportunidad de mantener un gobierno de izquierdas, como pasó al ser investido Rajoy porque no se quiso desde Podemos aupar a Sánchez. Se habrán hundido, pues, los dos.

El requiebro de Pablo Iglesias de asumir que él está vetado para el Gobierno de Pedro Sánchez pero no otras personas como Irene Montero es la operación que deja descolocado al PSOE porque tiene que asumirlo si no quiere acabar como la rana de la fábula. O como la historia española, que dice que nunca la izquierda se ha unido cuando debería hacerlo y ha generado crisis políticas profundas en esta parte del electorado. Al contrario que la derecha, que al final, siempre se une, como ha ocurrido en Murcia, donde PP y Ciudadanos cerraron en veinte minutos el acuerdo para que Vox vote, a la segunda vez sí, al candidato a presidente de la región por el PP.

Por algo el líder popular, Pablo Casado, lleva tanto tiempo callado. Ha recobrado oxígeno a pesar de haber perdido las elecciones municipales en las 200 ciudades más pobladas del país, pero con movimientos como el de Madrid, Zaragoza y su táctica de silencio está armando el partido y controlando mejor toda la organización. Además, su contrapoder, el presidente gallego Alberto Núñez Feijóo, tiene elecciones el año que viene y si no es capaz de mantener la mayoría absoluta que ahora tiene, Casado sabe que tiene por delante cuatro años para asentarse en el poder del PP.

Sabe el líder conservador que, tal como tiene Ciudadanos su amigo Albert Rivera, y con la pérdida de escaños que se augura para Vox, en unas hipotéticas nuevas elecciones generales podría armar más fuerzas de derecha en el Congreso de los Diputados que la izquierda. Y su momento, camino de la Moncloa, habrá llegado antes de lo esperado. Por eso calla y espera que la izquierda se devore, como siempre. El escorpión y la rana deben ser más listos si realmente lo que quieren no es ocupar solamente sillones (aunque también se trata de eso) sino de llevar a los españoles por las políticas que conducen a un camino mucho más próspero y que el país se estabilice y coja un ritmo de navegación que falta en los últimos años.

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