Ni un vídeo en tu Instagram del bar de copas que pretendes ir en tu pueblo de veraneo. Tampoco lo hagas en las prohibidas peñas. Y mucho menos seas capaz de subir a tu grupo familiar de WhatsApp varias fotografías de Ordesa lleno hasta los topes. La fase 2 sin flexibilizar o la nueva normalidad se define mejor por el miedo a la policía vecinal que con la mascarilla acusadora te criminaliza.

Hasta la saciedad se ha repetido eso de la responsabilidad individual que, como se ha comprobado, no funciona. La noticia se viraliza en las redes sociales: Zaragoza, las comarcas orientales y Los Monegros vuelven a la fase 2 sin flexibilizar. Y la pregunta que todos se hacen: ¿entonces puedo irme de vacaciones o escaparme al pueblo?

Y no les culpo. Todos hemos caído en esa pregunta al margen de la agonía sanitaria que puede precipitarse por los rebrotes localizados en Aragón. Seguimos con el palo y la zanahoria a expensas de que nos condenen a multas o de las reprimendas públicas en ruedas de prensa. Y es que el mundo se hunde en la incertidumbre mientras estamos mirando en Booking un apartamento en Cambrils. O seguimos haciendo planes para huir del asfalto en dirección a la necesaria España Vacía.

Porque esto no son vacaciones ni el descanso merecido de todo un año sino el pequeño hueco temporal entre el primer confinamiento inesperado hasta el temido cerrojo domiciliario por el brote otoñal. Es el break pandémico que ni Hollywood se atrevió a guionizar. No es ni recomendable ni responsable que con la situación de gran parte de Aragón dando un parte de récord diarios de contagios estemos pensando en dónde poner la sombrilla. Pero, entonces, ¿qué hacemos?

Es el mayor debate de todos los que nos ha presentado el virus: ¿Somos responsables con nuestro entorno social en plena pandemia? ¿O es mejor que el Estado nos indique normativamente cómo debemos de administrar nuestra vida por ser incapaces de hacerlo solos?

La responsabilidad social es el gran fake de esta pandemia. Ni somos adultos ni queremos serlo. Las recomendaciones deberían ser imperativas en cada uno pero eso del civismo no va con la mayoría. Suena bien pero es aburrido.

Decían que era el momento de la sociedad civil y de que cada uno aportemos lo mejor de nosotros. Pero al final llegará Sira Repollés o Salvador Illa con otra obligación que acataremos como borregos sin reparar en nuestra inutilidad.