La sentencia del Constitucional sobre la declaración soberanista del Parlamento catalán no puede sorprender a nadie. De hecho, el fallo estaba cantado en sus dos enfoques: a) la Generalitat no puede convocar un referéndum que rompa el principio de soberanía nacional (que reside en todo el pueblo español) y b) aspirar a ejercer el derecho a decidir es perfectamente legítimo e incluso cabe suponer que tal reivindicación alcanzase la legalidad en algún momento. El alto tribunal recomienda el diálogo para encontrar una solución al conflicto. Pero Rajoy y Mas lo han apostado todo al choque de trenes y no parece probable que la negociación sustituya al forcejeo. Está por ver cómo termina todo esto. Un referéndum de autodeterminación convocado unilateralmente en una comunidad no encaja en la Constitución. Pero podría llegar a celebrarse trabajando sobre opciones más flexibles o bien reformando nuestra Carta Magna. Otros estados han tirado por ahí y han logrado racionalizar e incluso resolver sus correspondientes tensiones secesionistas. ¿Por qué ha de ser España diferente?