La aplicación de los sistemas informáticos a la actividad diaria en empresas e instituciones ha supuesto un innegable impulso laboral y social, pero también pueden convertirse en el talón de Aquiles de numerosos procesos cuando ocurren fallos importantes como el registrado ayer en los sistemas del Gobierno aragonés. Un fallo analógico afecta a un entorno limitado, uno digital expande sus repercusiones de forma exponencial. Las empresas que atienden la aplicación efectiva de las nuevas tecnologías no atraviesan buena época, conocidas las recientes estafas masivas, así que deben implementar medidas de seguridad que impidan que ante un fallo este origine una propagación de efectos múltiples.