Las murmuraciones sobre los políticos son moneda corriente, y por muy avisado que uno ande es muy fácil caer en la trampa, y servir de compañero de viaje de los murmuradores. Claro que algunas de las maledicencias que se propalan son tan increíbles que pierden verosimilitud y en su propia exageración llevan implícito el fracaso. Tal es el caso que he sufrido cuando me llegaron noticias de que el señor Carod Rovira se había reunido con los familiares de los presos condenados por delitos de sangre cometidos en atracos de bancos y actividades relacionadas con el narcotráfico. Asimismo --y eso ya me puso alerta de que podría encontrarme ante un bulo-- que el señor Carod Rovira también había tomado contacto con asociaciones organizadoras del atraco a bancos y del tráfico de drogas al objeto de llegar a un acuerdo para que tanto las actividades de unos como de otros dejaran en paz a Cataluña. Se trataría, pues, de una especie de pacto para que el atraco de bancos y el narcotráfico se llevaran a cabo en otras zonas del Estado, con lo cual las secuelas de sangre, los asesinatos, en fin, las desagradables consecuencias de tales actividades, tuvieran lugar en Zamora o en Sevilla, pero no en Reus o en Barcelona.

Me encontraba incrédulo y perplejo por la información, tanto por la dificultad de poner fronteras a la delincuencia, como por la descarada y desagradable insolidaridad que la iniciativa tenía, cuando me llegó la aclaración tranquilizadora que ponía las cosas en su sitio: parece que el señor Carod Rovira con quien se había reunido había sido con los familiares de los presos de ETA y, después, con los dirigentes de la banda terrorista para tratar de que Cataluña, Valencia y Baleares, dejaran de ser escenario de acciones terroristas. Me tranquilicé y suspiré aliviado. Se había tratado, como tantas otras veces, de uno de esos bulos que, en ocasiones, persiguen a los políticos y nos los muestran como monstruos o como imbéciles, o como ambas cosas a la vez.

*Escritor y periodista