En su período emergente, Albert Rivera se declaraba centrista y se refería constantemente a Adolfo Suárez. Oyéndole, no cabía duda de que era su ídolo. Emulando al primer presidente de la Transición, Rivera intentó construir un partido de centro, en la seguridad de que los votantes españoles no eran, en su mayoría, de derechas ni de izquierdas, sino moderados, liberales, ciudadanos centrados, europeístas, equilibrados, amantes de su país, de la libertad, del respeto a todos y de la división de poderes.

Todo le fue bien o muy bien a Cs porque era creíble, y porque en Cataluña había hecho un gran trabajo, hasta la llamada foto de Colón.

Aquel aciago día, Rivera posó con el PP y con Santiago Abascal, poniendo a tiro franco el comentario y la alerta de Pedro Sánchez sobre «las tres derechas». En ese mismo instante debió salirse de ahí, escapar a una jaula ideológica en la que el PSOE, hábilmente, quería confinarle, dividiéndole por tres; pero Rivera no lo vio, o no quiso verlo porque lo veía así.

Entre el fuego de la izquierda y el fuego amigo, Rivera ha caído en combate Desde entonces, su partido de centro fue un partido de centro derecha. Los militantes más escorados a la izquierda, Valls, Nart, Roldán y otros muchos reaccionaron contra lo que consideraban un error, pero fueron barridos, como cuarenta años atrás los socialdemócratas de UCD, con Fernández Ordoñez a la cabeza, fueron laminados por los democristianos de Herrero de Miñón o de Landelino Lavilla. La derecha se impuso en el partido de Suárez, como Rivera la impuso al suyo.

A partir de ahí su terreno de juego cambió. Ya no era tanto el principal objetivo derrotar al PSOE como ocupar el lugar del PP. Ya no resultaba tan trascendental ensanchar el centro, conservándolo del contacto con ideologías incompatibles, como la ultraderecha, como presentarse al electorado como el aglutinante del voto conservador.

Entre ese fuego cruzado con la izquierda, y el fuego amigo, desde la derecha, Rivera ha caído en combate, sepultando una vez más la utopía del centro entre un montón de reproches, excusas y lágrimas.

¿Resurgirá el centro político en el seno de Ciudadanos? Sería de desear, porque es necesario y, hoy, no existe.