Un fantasma que creíamos haber superado sobrevuela estas elecciones ;el neofranquismo. Aquellas noticias en blanco y negro, los señores de bigotito y traje oscuro, la Semana Santa de clausura, las calles vacías para desfiles, el oscurantismo casposo de una dictadura maldita que nos condenó a vivir entre la miseria económica y la autocensura de nuestras mentes. Superamos el miedo, el horror a un futuro sin esperanza y cuando llevamos más de cuarenta años volando libres, vuelve como actor principal del 28-A.

No están en el Parlamento y sin embargo ya influyen en casi todo. Acomplejados por la derechita cobarde han abrazado la derechona faltona y desinhibida. Pablo Casado y Albert Rivera se han puesto a jugar en el terreno de los neofranquistas con sus reglas y argumentos, sin valorar que el abrazo del oso puede ser letal para ellos y para nuestro sistema democrático. Porque la democracia no solo sirve para que nuestras preferencias queden reflejadas en las decisiones de un Gobierno, sino también para que esta se atenga a los límites de lo posible, viable y no desastroso.

Blanqueándolos con el pacto de Andalucía y la foto a tres en la plaza de Colón, han roto salvaguardas imprescindibles de la democracia, la tolerancia y la contención.

Como dice el historiador Santos Juliá. ¡Qué paradoja¡: «Mientras en la transición las derechas se desvivieron por ocupar la zona centro del espacio político, sus herederos de hoy, nacidos todos con la transición bien finiquitada, corren como alma que lleva al diablo, a ocupar la posición extrema».

A pesar de que el informe sobre la democracia en España del 2018 recientemente publicado por la Fundación Alternativas, la sitúa entre las primeras del mundo, y preferible por abrumadora mayoría entre los ciudadanos, a cualquier otra forma de organización del poder, una campaña como esta, con tal grado de insultos, mentiras, medias verdades y acusaciones, lleva a romper puentes, escenificar vetos y hacer imposible acuerdos y configuración de gobiernos estables y representativos.

No es casual; llevan meses practicándolo, es una estrategia planificada y buscada. La descalificación y la bronca dentro de la derecha, no solo les sirve a ellos para movilizar a sus más aguerridos seguidores. Fundamentalmente lo usan para desmovilizar a quienes les disgusta esto, votantes de izquierda incómodos, desanimados, que sienten acidez de estómago ante tanto insulto, hastiados de un clima que no les gusta y pueden quedarse en casa. Ahí apuntan, aunque los beneficiarios sean los neofranquistas y los desgarros y tensiones extremas desborden el marco constitucional español. ¿Oyen ese ruido? ¿lo oyen?, son los whatsapp de la extrema derecha en busca del abstencionista cabreado. Habrá centenares de miles en estos últimos días al más puro estilo de Steve Bannon el que fuera director de campaña con Donald Trump y actual impulsor de un movimiento para destruir la UE. Igual que hicieron con el brexit, las campañas de extrema derecha en Alemania, las elecciones americanas, el auge de Salvini en Italia y hasta del independentismo catalán.

Las mentiras, los datos sesgados y manipulados repetidos una y mil vaces se convierten en verdades al más puro estilo del propio Trump que según el The Washington Post ha emitido 8.158 afirmaciones falsas durante sus dos años de mandato. Parecerán muchas pero hay alumnos aventajados, Pablo Casado en el debate del martes y en los 26 minutos que habló pronunció veintiuna falsedades contrastadas por los propios medios de comunicación.

Si como parece el Parlamento que surja del 28-A va a ser el más fragmentado de nuestra historia democrática y los puentes se han dinamitado. ¿Cómo formar mayorías? Desde el 2015 nuestro país funciona al ralentí, la corrupción con sus sucesivas sentencias y procesos noquearon a Rajoy, que buscó en el problema catalán el paraguas donde camuflarse. Convertirlo en el centro de la política y de la vida es una losa que solo puede gestionarse desde el diálogo y acuerdos transversales.

La derecha seguirá usándolo para justificar todo cuanto haga y de nuevo los grandes temas del país seguirán pendientes. El empleo, la calidad del mismo, la financiación de las pensiones, la vivienda, el futuro de los jóvenes, los pactos educativos, las nuevas tecnologías y la empleabilidad, las inversiones en investigación y desarrollo, la reforma fiscal, nuestro papel en la UE, nuestras alianzas internacionales… etc.

Convertir el fantasma en protagonista electoral es un error más tonto que el de atarse el zapato derecho con los cordones del izquierdo, y viceversa.