Pasados casi 40 años de la dictadura de Franco algunas de sus secuelas dañinas sobre la política y la sociedad españolas permanecen. Sorprende que a una dictadura brutal, que supuso muerte y represión para miles de españoles, equiparable a las de Hitler y Stalin, gran parte de la historiografía europea, incluida la española, la presente bajo el edulcorado epíteto de "dictadura del sur de Europa". Para la historiadora inglesa Helen Graham, este hecho se explica por dos motivos: por las consecuencias asimétricas de la Guerra Fría, y, por la manera en la que, como consecuencia de esta asimetría, los españoles todavía vivimos en unos referentes diseñados por la dictadura de Franco, cuya longevidad le permitió modelar su propia historia. Por ello, aún permanece de invisible el mecanismo que originó la guerra en España: un ataque militar y paramilitar contra la población civil.

La deconstrucción del marco de referentes franquista en la España "democrática" ha soportado grandes dificultades, incluso con una gran resistencia del aparato estatal, independientemente de la tendencia política que sea. Por ende, la presencia del franquismo sociológico sigue modelando hoy la memoria colectiva, constatable en la pertinaz y brutal oposición social e institucional a las campañas cívicas para buscar e identificar a los asesinados extrajudicialmente, que reposan en las fosas. Una prueba de ello, es la expulsión de la carrera judicial de Garzón por tratar de juzgar a los asesinos de la dictadura. Las carencias democráticas del estado y de la sociedad, que toleran esta situación, se deben, en gran parte, a las circunstancias de la transición española, ya que no se pudo responsabilizar a nadie del régimen franquista de los crímenes contra los ciudadanos. El miedo fue la base del período, generado por "la memoria de los crímenes" y por el poder continuado del franquismo en sectores del ejército y de civiles armados. En este contexto se fraguó un acuerdo entre los principales sectores políticos --ya fueran socialistas, centristas o de derechas-- de tapar ese pasado, eliminándolo del discurso político y tratando de imponer tal norma a la ciudadanía corriente. Se ha producido una asunción tácita, en la mayoría de la clase política postfranquista, de no exponerse ella misma o el aparato del estado a las inciertas consecuencias políticas de exponer y denunciar la violencia del pasado franquista. De ahí el casi generalizado regocijo de la clase política con el apartamiento de Garzón de la carrera judicial. La transición supuso una continuidad con el periodo anterior, ya que no hubo salida del personal franquista ni del poder ejecutivo ni del judicial, ni una renovación completa de la clase política. Por ello, se han mantenido ciertas actitudes, como la consideración clientelar y de fuente de ingresos del estado. También en la España actual hay claras continuidades en la clase política, con la presencia de familias franquistas en el sentido literal, como en la influencia permanente de corrientes de grupos de interés políticos de la dictadura. Un ejemplo con respecto a las guerras de memoria es la presencia de poderosas asociaciones católicas seglares ultraconservadoras, que están desplegando una gran ofensiva para rehabilitar los mitos del franquismo con grandes medios económicos y con el apoyo mediático de la Iglesia Católica, en su cadena, la COPE.

Como contrapartida, ha habido y siguen extrañas omisiones y reticencias cada vez que la televisión o la radio españolas, tanto privadas como públicas, se han de enfrentar con temas relacionados con los crímenes franquistas. En 1980 el director de cine Fernando Ruiz Vergara realizó el documental Rocío, que inicialmente fue seleccionado por el Ministerio de Cultura para el Festival de Venecia. Disecciona las estructuras de poder, tanto religiosas como laicas, que se esconden tras la Romería del Rocío. Además de enfrentase a la iglesia, tocó el tema de la represión franquista en el pueblo vecino de Almonte. El director fue acusado de difamación, y los jueces procedentes del franquismo le multaron, encarcelaron y destruyeron profesionalmente.

Ya en siglo XXI, el documental catalán Els nens perduts del franquisme (2002), dio a conocer el escándalo de los niños de presas republicanas, secuestrados por el régimen franquista, y que tuvo que esperar cinco años para ser exhibido en todo el estado, y en la 2ª de TVE. Mas la censura hoy se mantiene. Al tener noticia de lo que relato a continuación, como español me he sentido avergonzado. Otro documental, sueco, ganador de un premio en 2008, Mari-Carmen España: the End of Silence de Martin Jönsson y Pontus Hjorthén, relata los intentos de una mujer de exhumar los restos de su abuelo, ejecutado extrajudicialmente en el sur de España. Es una gran obra que refleja la complejidad política actual. Ha sido ensalzado internacionalmente y se distribuye comercialmente en colegios de Alemania y USA como recurso didáctico. Sin embargo, en España nadie y ninguna cadena de televisión lo ha querido comprar para distribuirlo. Lo mismo sucede con el documental innovador e intenso emocionalmente Death in El Valle, realizado en 1996 por Cristina M. Hardt, una fotógrafa española-norteamericana de New York, que describe también la ejecución extrajudicial de su abuelo en 1948. Profesor de instituto