La decisión adoptada ayer por Enel, accionista mayoritario de Endesa, poniendo fecha al cierre de la la central térmica de Andorra cae como un mazazo sobre el sector minero. En 2020 se cerrará una planta en la que trabajan más de 160 personas, además de la influencia que su actividad genera en el entorno, ya de por sí debilitado por la crisis del carbón. Emblema de producción eléctrica durante décadas y de consumo del mineral de la zona, ha sido la locomotora de la economía comarcal, para la que deberá buscarse alternativas de futuro. Algo que tendría que haberse iniciado ya.