Con el nuevo año, la gente suele fijarse objetivos vitales como dejar de fumar, hacer deporte, cambiar de trabajo... La mayoría de estos objetivos pretenden conseguir una cosa muy sencilla: estar satisfechos con nuestra vida, es decir, ser felices. Pero ¿qué sabemos en realidad las personas sobre aquello que nos proporciona felicidad? Si preguntamos a los jóvenes qué anhelan en los próximos 10 o 20 años de su vida, una proporción muy importante (más del 50% en la mayoría de los estudios) contesta que su principal objetivo es ganar mucho dinero, aunque algunos también afirman que quieren ser famosos. Entonces, ¿son estos los determinantes de nuestra felicidad? ¿Sabemos fijarnos objetivos vitales que nos van a conducir a estar satisfechos con nuestra vida? El mayor proyecto que ha investigado estas cuestiones consiste en un estudio longitudinal de la Universidad de Harvard en el que entrevistaron a 724 hombres cada año desde 1938. Las entrevistas se realizaron durante 75 años. Actualmente, 60 de estos hombres están todavía vivos (tienen alrededor de 90 años).

Gracias a estos datos longitudinales de 724 vidas completas, los investigadores han podido analizar los objetivos vitales de estos hombres en diferentes etapas, han podido determinar si lograron esos objetivos en los siguientes 10, 20 o 30 años y, además, si la consecución de estos propósitos les hicieron o no felices. Según explica el cuarto director del estudio, la principal conclusión a que han llegado es que la riqueza y el trabajo, y mucho menos la fama, no conducen a la sensación de tener una vida llena, sino que esta impresión de satisfacción con la vida viene determinada en realidad por las relaciones que tenemos con los demás, tanto personales como laborales. Es decir, las personas que están socialmente conectadas manifiestan mayores niveles de felicidad y viven más años que las personas que están solas o aisladas.

Ello no solo depende del número de relaciones; la calidad de estas relaciones también parece ser muy importante para mantener nuestras funciones cognitivas y emocionales en forma; las personas que tienen relaciones afectivas en las que pueden confiar son capaces de mantener la memoria hasta más entrada la vejez. Y, aunque estas conclusiones pueden parecer obvias, la verdad es que generar y mantener este tipo de relaciones a lo largo de la vida no es fácil y requiere trabajo y constancia. Y, llegados a este punto, la pregunta relevante es, si las personas de manera individual tenemos como objetivo principal estar satisfechos con nuestras vidas, ¿no deberían los gobiernos incluir esta variable a la hora de diseñar políticas públicas en lugar de fijarse exclusivamente en el PIB o variables similares?

Si pensamos en términos de políticas laborales, está demostrado que las personas sin trabajo son menos felices. Así, el objetivo de crear empleo parece ir en la línea de aumentar los niveles de felicidad de la población. También sabemos que las personas con trabajos temporales, salarios extremadamente bajos o situaciones laborales inseguras, encorsetados por unos horarios rígidos y, por tanto, con pocas posibilidades de combinar la vida laboral y la vida personal, reportan niveles muy bajos de satisfacción. Con lo cual, el tipo de trabajo que se fomenta desde el sector público también resulta importante para la población ya que determina el número y la calidad de las relaciones humanas que podemos generar.

En este contexto, aumentar el salario mínimo, como el aprobado por el actual Gobierno, o introducir una renta mínima pueden ayudar a mejorar los niveles de felicidad a través del aumento de los ingresos de parte de la población, siempre que no generen más desempleo. De manera más general, las políticas que tengan como objetivo la reducción de la desigualdad económica servirán para mejorar los niveles de satisfacción de manera directa, a través del aumento de los ingresos para las personas más pobres, pero también indirectamente aumentando las posibilidades de generar relaciones personales (tanto laborales como familiares) de mayor calidad.

Finalmente, la literatura económica muestra que los trabajadores que son más felices son más productivos, generando beneficios tanto para las empresas como para el país en términos de mayor crecimiento económico. Por lo tanto, resulta de vital importancia que los políticos entiendan y tomen en consideración la relación entre las políticas que diseñan y sus efectos en los niveles de satisfacción y felicidad de la población.

*Profesora universitaria de Economía