Entre tantos ministros como tiene el Gobierno debe haber uno lo suficientemente tonto como para prohibir a Felipe VI viajar a Cataluña para presidir los nombramientos judiciales. O muy listo, a saber; lo bastante para aspirar a derrocarlo socavando la institución por su base popular y su cúspide institucional.

El ciclo monárquico de Felipe VI acaba, como quien dice, de empezar. La mayoría de sus antepasados fueron longevos en la vida y en el trono. Del acierto y capacidad de resistencia del actual monarca, y del número de tontos --o demasiados listos--, que se sienten/asienten en La Moncloa dependerá su continuidad y la de una Corona que, a pesar de sus escándalos, no parece correr peligro inminente frente a una república todavía utópica.

Más fácil lo tuvieron otros Felipes. Felipe V, el primer Borbón español, que intentó afrancesar el país aniquilando los fueros y centralizando el poder. O Felipe II, sobre todo, el gran Austria, a cuya astucia, heredada de Fernando el Católico, se unió la disciplina férrea del origen teutón de buena parte de los territorios que llegó a gobernar sin que en ellos se pusiera el sol.

La biografía de Felipe II que acaba de publicar La esfera de los libros, con la firma de Enrique Martínez Ruiz, nos sumerge de lleno en un siglo XVI español dominado por la figura de este rey hermético y expansivo a la vez. Con un alma burocrática y militar, pero amante del arte, de las fiestas y juegos; ferviente católico y fogoso enamorado; curtido diplomático y fanático de los descubrimientos y conocimientos geográficos. Se nos abren las puertas de la corte, donde conoceremos a personajes como Granvela, el duque de Alba, la duquesa de Éboli, Antonio Pérez, o a las cuatro esposas de Felipe II.

El ensayo disecciona la economía de la época, sus cultivos y regadíos; las obras públicas, desde acueductos como el de Teruel a las fortificaciones de América; la Administración española, con sus poderosos secretariados y tribunales de justicia, entre ellos el de la Inquisición. Entraremos a sacristías y alcobas y asistiremos a días de mercado y a noches de auto de fe. Sobre todo, a un retrato bien cincelado de un personaje decisivo en nuestra historia: Felipe II, cuyo reinado apenas se estudia ya en nuestras aulas, al no ser «inclusivo».

Así nos va.