El ex presidente del gobierno español, Felipe González, ha sorprendido a propios y extraños desvelando, según la revista Tiempo , la que parece ser una de sus últimas aficiones: el diseño de joyas modernas, que él mismo elabora en un pequeño taller de su madrileña casa de Pozuelo.

La noticia de esta original inclinación del político sevillano pudo saltar en la pasada boda de los Príncipes de Asturias, a la vista de los sorprendentes pendientes de coral negro que Sonsoles Espinosa, la esposa de José Luis Rodríguez Zapatero, lució en la solemne ceremonia de la catedral de La Almudena. Unas originales piezas que caían casi hasta los hombros de la dama consorte, y que habían sido diseñadas, ni más ni menos, que por Felipe González. Cuya propia, Carmen Romero, lució en la misma ocasión un artístico broche de ámbar alabeado y pulido también por su propio marido.

Parece ser que la afición de González tiene su origen en su fascinación hacia determinados minerales preciosos o semipreciosos, entre los cuales, además de los ya citados, figurarían la pizarra, el ágata y el lapislázuli, también habituales en sus joyas. Que son, por definirlas de alguna manera, como esculturas minimalistas, con formas que quieren recordar a la naturaleza, pergeñando la ilusión de que esas piezas hayan sido trabajadas por elementos naturales, los vientos, las mareas, la erosión de la tierra, y en menor medida por las manos que sostuvieron el timón de un país.

Una de las amigas del expresidente, Elena Benarroch, ha decidido lanzar esa colección al mercado, por lo que un amplio muestrario del catálogo de González se exhibe en la tienda de la famosa diseñadora, a unos precios que oscilan entre los dos mil y los seis mil euros. Ya se han vendido numerosos trabajos, y hay lista de espera para adquirir nuevas piezas de la lenta y artesanal producción del artista de Pozuelo, que ve recompensados de esta manera sus pacientes y solitarios esfuerzos de orfebre.

Tal entretenimiento de Felipe González quizá pueda sorprender a quien piense que los políticos son gente corriente, cortada por el mismo patrón que el común de los mortales, olvidando ese elemento peculiar que los hace distintos, y que en cada uno suele manifestarse de formas peregrinas.

En el caso de González, esa peculiaridad o rareza parece invertirse en actividades relacionadas con el ejercicio de la paciencia. Su afición a los bonsais acredita una pasión oculta regida por la constancia y el rigor, por la precisión y el cuidado; virtudes que sin duda ha vuelto a aplicar, sin tener ya necesidad de descubrirlas, en sus labores orfebres. Las plantas y las joyas, los jardines y las piedras preciosas pueden exigir, en su protección o diseño, aptitudes comunes de elaboración y concepto. Da la impresión de que Felipe ha querido unir su corriente vital al soplo de esas especies, y también el alma de sus inanimadas piedras, pues de lo contrario el propio Rodríguez Zapatero no le habría insistido para que se ocupe en La Moncloa de las plantas que Aznar ni siquiera miraba.

Curiosa personalidad, en cualquier caso, la del césar sevillano, que fue, no lo olvidemos, orfebre y jardinero del poder.

*Escritor y periodista