La Feria del Libro, en Zaragoza o en Madrid, tiene para mí mucho de bajar a la plaza en fiestas, de descubrir libros nuevos y de encontrarte con personas, porque alrededor de un libro casi siempre hay seres estupendos.

Me paro con el editor y dibujante Daniel Viñuales y toda su tribu celebrando el cómic, saludo a Antón Castro, disputado de caseta en caseta, echo unas risas y paso un rato buenísimo con nuestra pregonera Irene Vallejo y con esa maestra que se llama Patricia Esteban, converso con Carlos Serrano de R.E.A., quien me entrega el último número de Rolde y no sé cuántos libros más, me divierto en el guateque sesentero de Miguel Mena y con Marina Heredia del Gato Negro, todos resistentes al sol siempre presente en las fiestas de cualquier pueblo.

Cuando ya casi me marchaba tan contento con mi botín, la vida me da un regalo inesperado, de esos que tan llenos de valor que casi da apuro contar. Me había refugiado a la sombra de la caseta de Editorial Xordica y, hablando con Chusé Raúl Usón de nuestras cosas, somos amablemente interrumpidos por la chica de los ojos brillantes.

¿No tenéis más que este libro de Félix? Dice tomando un ejemplar de Por qué escribo. El editor que no derrocha palabras, le responde que no. Pero la escena queda como si los actores hubieran perdido su texto y se miran sin saber cómo continuar.

Le explico a la chica de los ojos brillantes que en esa mesa, además, están los libros de todos los amigos de Félix Romeo. De modo que comienza a tomarlos en sus manos, a leer las solapas, a pasar sus páginas como si estuviera buscando el misterio de su vida.

Me cuenta que vive en Albacete y que está pasando unos días en Zaragoza para buscar las huellas de Félix. Lo dice así con una sonrisa un poco triste. Ha empleado la mañana en visitar la calle dedicada al escritor y la cárcel y el cementerio de Torrero, para depositar unas flores en su nicho. No puede creer que no se encuentre entre los ciudadanos ilustres. Raúl y yo le decimos que sí podemos creerlo, pero no entramos en los pequeños defectos de esta ciudad.

A mis preguntas responde que solo conoció personalmente a Félix durante un breve taller en Madrid, pero que se escribían emails a menudo y que recibía sus broncas porque no que abandonara su Albacete y se pusiera a escribir novelas, o poesía en Madrid o en París.

La vida, como a todo el mundo, me ha ido robando a personas a las que he querido y sigo queriendo. Uno acaba aceptando que se vaya para siempre su padre, incluso amigos que fueron muy importantes. Pero todavía no logro asumir que Félix Romeo se nos fuera y somos muchos quienes nos seguimos sintiendo huérfanos.

Por eso, en la plaza en fiestas, siempre hay un momento para recordar de forma alegre a quién ya no está y a percibir en el abrazo de la otra persona que sí, que sigue muy presente en las líneas que escribe esa chica de Albacete, en el cariño de todos. Porque la Feria del Libro no sería una fiesta si no estuviera por ahí Félix.

*Escritor y profesor de universidad