Chusé Izuel nació en Zaragoza en 1968 y se suicidó en Barcelona en el año 1992. Un par de años más tarde sus amigos Félix Romeo y Bizen Ibarra recopilaron sus cuentos en el volumen 'Todo sigue tranquilo'. La historia de Chusé Izuel y su suicidio --«un atentado indefinido», en palabras de Mariano Gistaín-- la contó Félix Romeo en 'Amarillo', un libro estremecedor que apareció por primera vez en la editorial Plot (2008).

En esa época Jonás Trueba llevaba Plot, que ahora reedita 'Amarillo' y reúne en un solo volumen titulado 'Las cuatro novelas' 'Dibujos animados', 'Discothèque', 'Amarillo' y 'Noche de los enamorados', los libros que Félix concibió en vida. Jonás es ahora el editor invitado de Caballo de Troya y comienza su tarea republicando 'Todo sigue tranquilo'. La edición incluye un prólogo de Trueba y tres cuentos inéditos que le pasó Marian Pueo, quien fuera pareja de Izuel (dos tienen la peculiaridad, frente al resto de los relatos, de estar contados desde el punto de vista de una mujer). El editor también ha cambiado la secuencia original de los textos.

'Todo sigue tranquilo' es un libro interesante, carveriano, que era innovador en su momento y conserva una frescura melancólica.

En parte es la descripción de un derrumbe emocional: un desasosiego sentimental, las dificultades de la comunicación, el lado público y privado de las parejas, la obsesión tras el final, una frustración que lo coloniza todo. La estética adquiere a veces un aire de repetición, de pesadilla. En los personajes y narradores hay una violencia apenas contenida y una evidencia de fragilidad mal disimulada por una dureza desdeñosa. Hace pensar en el minimalismo estadounidense y nos lleva también a otra época de finales de los ochenta y principios de los noventa, a una Zaragoza de bares y tabaco y Ambar y Radio Futura, Las Novias, The Pretenders en pisos donde los personajes siempre tienen demasiado frío o demasiado calor, donde el sexo y los finales tienden a ser infelices.

El conflicto central es íntimo, entre la pareja, con uno mismo. Hay diálogos abundantes y buenos, una agilidad para entrar y salir de las escenas, un humor negro y lacónico, un lirismo pudoroso y brutal, un aire de desesperación tan juvenil como auténtico y ocasionalmente narcisista, personajes que protagonizan varios cuentos, escenas o gestos que se repiten como rimas. Es la crónica de un desamparo; muestra un mundo incipiente pero definido y un escritor de talento. Izuel y Romeo escribían en las páginas de este periódico, en el suplemento cultural que dirigía Antón Castro. Es una buena noticia que estén en las librerías.