Yo coso. Coso mucho. Me alivia la ansiedad. Además, puedo ver la tele y coser a la vez, así adormezco del todo mi cerebro. Por supuesto que coso botones, claro. Hasta sé hacer ojales a máquina. A mano me enseñó mi madre, hace mil años, pero se me daba fatal. Últimamente hago edredones. Compro la tela en el rastro (se lo recomiendo, es un lugar maravilloso y baratísimo). Acolcho el tejido, le coso un bies a mano. Solo por el revés; por el derecho lo coso a máquina. Ya les digo que sé coser muy bien. Coso de toda la vida, porque me gusta y porque me da la gana. Ahora bien: jamás he sentido que coser me empoderara. Así que debo ser una feminista rara. Eso si seguimos la doctrina de Alicia Rubio, la diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, la de «menos feminismo y más coser». Pues para mí no es incompatible.

Como les decía, yo coso y veo la tele. Así que también puedo ser feminista y coser. Y restauro muebles, pero he parado porque ya no me caben en casa. No sé qué opinará Rubio de esto, puede que lo encuentre demasiado masculino, un poco de lesbianas, tal vez. Porque la madera es cosa de hombres. Igual soy un poco lesbiana, no sé. Como ya he demostrado más arriba, puedo ser dos cosas a la vez. Ahora bien, no tengo bigote ni me gustan las axilas peludas. Así que soy una auténtica contradicción. ¿Dónde me colocaría, en su esquema mental en blanco y negro, la diputada Alicia Rubio? No sé. Mis hijos, educados para no ver diferencias de derechos y deberes entre hombres y mujeres, escuchan estas tonterías sin dar crédito. A mí, en cambio, me suenan, y no diré a qué. Al fin y al cabo soy una señora, y una señora no blasfema en público. Ni siquiera una señora feminista.

*Periodista