Vamos a hablar claro: lo del feminismo de las derechas, liberal o como lo quieran llamar, es puro postureo, electoralismo barato o una manera de intentar construir un discurso pero sin asumir realmente lo que es y lo que supone el feminismo que sustancialmente es la lucha por la igualdad.

El feminismo de derechas es como la achicoria al café, los palitos de cangrejo a la langosta, las gulas a las angulas o el kalimotxo a un buen vino. Ya no es que lleguen tarde y mal, es que no quieren llegar. Se sienten más cómodos con lo de toda la vida y tratan de quitar argumentos, inventarse inexistentes guerras de sexos, hombres en peligro o un montón de lugares comunes absolutamente pueriles.

Lo del feminismo liberal no es sino un catálogo confuso de ambigüedades con el que disimular, hacer como que sí, pero no. Un engaño, vamos. Tratan de aparentar sin mucha convicción subirse al carro pero con su propia marca, despreciando y obviando siglos de lucha feminista. Su decálogo está preñado de ideología de libre mercado. Si realmente asumieran la lucha por la igualdad sus propuestas serían muy diferentes.

Lo de la prostitución y la gestión subrogada, los vientres de alquiler, que defiende Inés Arrimadas, entra dentro del libre mercado, oferta y demanda. En esto sí son muy coherentes. Las mujeres pobres podrán vender su cuerpo o su capacidad reproductiva y dice Inés Arrimadas que es la Ciencia que avanza, ignorando que todo lo que es científicamente posible no necesariamente es ético ni políticamente aceptable.

Las libertades individuales que proclaman estos liberales no son reales cuando lo perentorio es sobrevivir. Su problema, y el de Casado también, es la igualdad. La odian.