Según el primer CIS de este 2017, el 67,5% de los españoles siguen manteniendo una visión negativa sobre la polí- tica española y significativamente solo el 15% de los votantes del PP consultados sí tienen una opinión positiva. ¿A alguien le sorprende? Aprobar unos presupuestos generales en los que Bruselas exige más recortes, y que estos se enfoquen sobre gastos sociales, educación y sanidad solo puede generar más lejanía y falta de confianza de los ciudadanos con sus representantes parlamentarios y con el Gobierno. Y más si, mientras, se rescatan autopistas innecesarias o se gastan más de 60.000 millones en ayudar incondicionalmente a los bancos (menos mal que Rajoy dijo que esto no iba a costar nada al contribuyente). Eso sí, sin noticias de cómo parar la desigualdad y la precarización de los puestos de trabajo.

Un poco más allá están las contradicciones (nos venden «estabilidad» mientras una ministra se hace un lío con sus digos y con sus diegos sobre el repago de medicamentos de los pensionistas), el cinismo (Trillo sigue sin tener ni dignidad ni vergüenza) o la perversa e interesada utilización del lenguaje: unos y otros llaman «debates de ideas» al pulso interior por alcanzar o conservar parcelas de influencia y de poder, y «transversalidad» a su capacidad de convencer a segmentos de población desorientados mientras los propios partidos se desmembran por dentro. Que conste que en el apartado de eufemismos ha brillado especialmente Echenique, al llamar «rotados» a los cesados o purgados en las filas de Podemos.

En lo ideológico, todos tiran hacia el centro creyendo que sigue siendo el espacio propicio de antaño, pero con la sustancial diferencia de que no dejan de perderse derechos sociales. Es en este terreno donde trata de instalar su bisagra el PSOE empujado por los valets de Susana Díaz, aquella que proclamó que ser socialista no es ser ni de derechas ni de izquierdas. Mientras, la oportunidad se les escapa a los morados de Iglesias y Errejón, empeñados en apuntalar liderazgos cuando desde hace dé- cadas se entiende que una nueva izquierda que mire por la justicia social solo puede ser posible coordinando esfuerzos plurales por contagio y no por absorción.

Menos mal que la semana acaba con dos buenas noticias. Aznar ha garantizado que no regresará a la política, y ya queda un día menos para que Trump deje de ser presidente de los Estados Unidos. Algo es algo.

*Periodista