Terminada la Feria del libro de Zaragoza el presidente de la Comisión Permanente del Libro (Copeli), organizadora de la misma, se ha descolgado con unas declaraciones que, además de ser más de lo mismo --todos los años similares-- inciden en que los resultados obtenidos (económicos, por supuesto) serían aceptables si se aproximaran a los de 2013, que la crisis es la crisis. Y por si acaso, achaca del posible fracaso a los chaparrones y al calor, Nadal, la Fórmula 1 y el partido del Zaragoza del domingo (seguro que las gradas a rebosar). Bueno, quien conozca al señor Casanova no se habrá sorprendido, pues este editor y vendedor de libros es muy suyo, siempre en el centro de todas las salsas, perejil que gusta de ser. Quienes casi todos los días hemos paseado por las casetas y comprando algún libro hemos detectado una menor asistencia de público que en otras ocasiones, una exigua participación tanto en presentaciones como en las actividades generadas en torno a la feria, más allá de la no presencia de las librerías más emblemáticas por su calidad y buen hacer. Hace años que lo decimos: ¿cuándo imitarán a Madrid y trasladarán el evento al Parque José Antonio Labordeta? ¿Cuándo se entenderá que el libro no es un objeto, aunque lógicamente tenga que ver con el proceso productivo? ¿Cuándo se involucrarán en el asunto el conjunto de autores y no sólo una parte de ellos? ¿Cuándo serán los lectores los auténticos motores de la feria? Y tantos y tantos cuántos que deberían preocupar a los jefes de Copeli. Profesor de universidad