Visita hoy la Feria del Libro de Zaragoza un Agustín Fernández Mallo a quien siempre leo con asombro y placer, por la originalidad y contenido de su prosa.

Original lo ha sido desde el principio, desde sus primeros poemas y la apuesta por el ciclo narrativo de una Nocilla que aportó proteínas a toda una nueva generación de artistas que rechazaban de plano las convenciones de los géneros, el realismo social, el realismo mágico, y buscaban en la fenomenología, en el destino, en el azar, en la música de las esferas, en los fractales, en Sebald, las nuevas claves narrativas de un futuro anclado en un presente fragmentado, complejo, escrutado, visionado desde otra óptica.

Nos trae Fernández Mallo su última criatura, Trilogía de la guerra (Seix Barral, Premio Biblioteca Breve 2018), que es una novela adulta, de madurez, muy rica en recursos y episodios, y mágicamente hilvanada por elementos comunes que en el volcán del autor basculan entre el magma profundo del sentimiento y las emisiones de piedra y lava, fuego y ceniza. En esa introspección de las pasiones, de la justicia, la libertad y la memoria, al mismo tiempo que indaga al lenguaje, Mallo confía en apariencia al juego, al azar, su estructura narrativa, la forma en que le gustaría que ese volcán presentase imágenes bellas, furiosas y detenidas en el tiempo inmortal del fuego y la palabra. Sólo en apariencia, porque justamente por debajo de sus casualidades y paradojas se instrumenta el cimiento de una arquitectura escénica novedosa y arriesgada.

Como en su momento lo fuera, por ejemplo, la de Paul Auster, con quien Mallo tiene cosas en común, o antes que ellos, la de Julio Cortázar, probablemente uno de los grandes pioneros a la hora de minar los muebles, las lámparas, hasta el baúl de los recuerdos de la realidad con sus termiteros de cronopios y famas. En este caso, la demolición de lo real como tabula rasa para la observación del escritor pasa por las cualidades visionarias, arácnidas, científicas, de un Mallo capaz de atisbar por los intersticios de la materia inerte y por los tejidos del corazón humano; capaz de contar lo que el lector ni siquiera puede imaginar que existe y de ver la vida, el mundo, como un manojo de dudas y preguntas, legando certezas, dogmas y juicios de valor al repertorio de trucos gastados.

Un mago jugando con fuego al filo del volcán en erupción.